Memorias, diarios y crónicas

470 l\!ANUET. PARDO Y RJV,\DENEIRA que concebía de necesidad se llamase a Zuvizarreta para que hiciese la denuncia ante un escribano juramentado para no decir nada de ella, con el objeto de que se averiguase todo a fondo, y que sin perjuicio de esta diligencia se llamase al comandante del cuartel, y se le encargase sigilosamente el mayor cuidado y vigilancia, como en efecto se verificó con el capitán don Felipe Eulate que hacía funciones de tal. Con esta precaución reposamos quietos hasta la noche del nueve del referido mes en que Zuvizarreta, entrada la noche, se presenta en mi casa, y me asegura estar convocado a una Junta en la del doctor don José Feijó a la que debían concurrir Vicente Angulo, Béjar, un tal Arregui y otros, con esta noticia empeñé a Zuvizarreta a que fuese, le prevengo que con disfraz salga de ella, me dé parte de su disposición, y que los entretenga has_ta noticiar al señor Concha de todo para que los sorprendiese en el mismo hecho. Todo se frustró, pues a pocos momentos me vio Zuvizarreta en el portal inmediato a la enunciada casa donde lo esperaba, y me aseguró haberse diferido la Junta para después de las ocho de la noche. Con este aviso le prevengo que iba a casa de mi hermana donde lo esperaba para que me instruyese del resulta– do; en efecto, él me busca en la mía con afán, y en la designada, donde me encontró, y habiendo llegado a ella me avisan haberme buscado con mucho empeño; por los antecedentes hechos conocí sin duda que era Zuvizarreta, me encaminé a su casa y preguntado del resultado de la Junta, me contestó no haberse efectuado, y que retirándose a su casa encontró con Vicente Angulo, quien le entre– gó un paquete más de veinte cartuchos para verificar el asalto en esa noche, y que a poco rato le ordenó lo contrario diciéndole que el oficial que estaba de guardia dijo a Feijó no convenía por estar resguardado el cuartel, y que se esperase ocasión más oportuna. Como el oficial que hacía de guardia era Lovatón, uno de los que desde el principio se decía por Zuvizarreta estar complotado, no dejé de prestar más aserto al proyecto, y creyendo descubrir la ver– dad, de modo que no quedase duda, hice a Zuvizarreta algunas re– flexiones: entre ellas le representé el perjuicio que se seguía a todos ellos, y a sus familias, que si el hecho no era cierto se vindicarían y reclamarían sus atrasos contra él, a lo que me contestó enclavi– jando las manos que el Señor era testigo de que no quería más que la salvación de su Patria, cuya causa lo había movido a consultarme con una aseveración tan grande propia de un cristiano, le dije que era tiempo de que practicase la denuncia, se resistió a ella por los

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