Memorias, diarios y crónicas

498 CUILLER!\IO BROWN bordo inmediatamente. El oficial encargado d e esta comisión olvidó llevar las herramientas para clavar los cañones y, optó entonces por arrojarlos al río, cuya orilla es bastante escarpada inutilizándolos así por el momento. El bergantín continuó aproximándose a la única batería que quedaba antes de la ciudad, inmediata a Ja aduana, y armada de cua tro cañones de 24 libras. Estando ya a medio tiro de mosquete de ella, la marea y Ja falta de viento hicieron desgraciadamente que el buque derivara hacia una ensenadita y varara. El enemigo, que ya se había visto obligado a retirarse de los cañones, al ver la situación del Trinidad re novó el combate con valor improvisado por la oca– sión. Con todo, el bergantín contestaba al fuego tan vigorosamente que Ja acción se hubiera decidido evidentemente a su favor, a no haberle abandonado su compañera la goleta, que había fondeado fuera de t iro de cañón, desertándosele lo mejor de su tripulación con la lancha enviada a clavar los cañones de la última batería aca– llada; esta lancha era la única embarcación cap az para cualquier misión; su gente se insubordinó completamente, y en lugar de re– gresar a bordo se dirigió a la ciudad en busca de botín y aguar– diente. A no ser estas fatalidades, según toda probabilidad se hubiera obligado a los españoles a abandonar su última de fen sa y rendir a la ciudad, pues estaban ya casi agotados de pólvora. Pero el enemi– go percibió finalmente la ventaja que le brindaba una pila de rolli– zos de madera en la orilla del río, situada inmedia tamente del bau– prés del Trinidad. Tras de ella atrincherose la poca tropa disponi– ble y así protegida abrió un fuego destructor que pronto llenó de muertos y heridos la cubierta del bergantín. Perdida toda esperanza de hacer una defensa eficaz fue forzoso arriar la hasta entonces triunfante bandera para salvar la vida de los pocos sobrevivientes; pero era tal la furia salvaje del enemigo en el momento de la victoria, que no prestó atención a lguna a este acto tan respetado de to das las n aciones sino que prosiguió despiadada– mente su matanza. Viendo así que los españoles, con desprecio de la ley de las naciones y de la humanidad, continuaban haciendo fuego sobre quienes se les habían rendido, el comodoro Brown, acompañado de dos marineros y a pesar de estar infesta.do el río de cocodrilos, se arrojó al a.gua y trató de n a.dar hacia la golet a, que seguía siempre en el mismo sitio. Uno de los marineros fue balea.do mientras na.daba a.sí junto a él, y por otra parte le resultó imposi– ble remontar la corriente; volviose entonces, gritando al sobrevivien-

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