Memorias, diarios y crónicas

OPERACIONES DE I.A ~lARlNA ARCY.:NTIN.\ 501 viento se hicieron a la mar confiando en la providencia, para procu– rarse las provisiones necesarias a fin de llegar a Buenos Aires, puer– to de destino; pero al tercer día de la partida la goleta disparó un cañonazo e hizo la señal de peligro, con lo que el comodoro se puso al pairo y despachó un bote a requerir informes. El coman– dante teniente Dotan manifestó tener orden de informar que su goleta hacía agua. Desde ese momento se sospechó de los designios del capitán Bouchard, y efectivamente su conduc ta durante la si– guiente noche debió haber convencido a Brown de sus malas inten– ciones. Al día siguiente, sin embargo, se vino a bordo de la Ilércu– les, y pidió el reparto de todo lo apresado de acuerdo con lo con– venido en la isla Mocha, alegando que a consecuencia de hacer agua el Halcón y hallarse enteramente incapacitado para regresar a Bue– nos Aires por la ruta del cabo de Hornos, la humanidad requería el cumplimiento de su demanda y además se le diese la Consecuencia según justa valuación para trasladarse a Buenos Aires, él, oficiales y marineros, junto con su propiedad. Esto obligó a gobernar, muy a pesar del comodoro, hacia la isla Carlos, del grupo de los Galápagos, donde tuvo lugar la parti– ción; el Halcón tocó en suerte a Brown, quien esperaba que previo alije y siendo muy velero podría llegar a destino; la Consecuencia y la goleta se adjudicaron a Bouchard. La tripulación se refrescó per– fectamente allí con tortugas d e tierra, y se embarcaron cuantas podían llevarse sin inconveniente en cubierta. Al día siguiente de partir la Hércules y el Halcón de las islas, donde quedaban Bouchard y su s buques, el teniente coronel Vane– gas, del ejército de Nueva Granada, tomad o prisionero según queda dicho, afirmó la probabilidad de obtener provisiones en la bahía de San Buenaventura, costa del Chocó, donde había servido anterior– mente. Siendo absolutame~te necesario adquirir provisiones y agua, pues las remanentes no alcanzaban para la tercera parte del viaj e a Buenos Aires, se resolvió (previa consulta de los oficiales) seguir ese consejo; y de consiguiente, con gran satisfacción de todos en ambos buques, se hizo ruta a aquel puerto , entrando a su bahía el 24 de abril, después de una navegación de catorce días. San Buenaventura es un puerto seguro y espacioso, abundante en leña y agua, pero escasamente habitado. Inmediatamente de llegar, el teniente coronel Vanegas y el doctor Handford, cirujano de la expedición, fueron despachados para Calí y Popayán , provincias independientes de este lado de los

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