Memorias, diarios y crónicas

1'0 rICJ.\ SOBRE SU VIDA Y SERVICIOS 511 po, tanto por la causa del terreno, cuanto por los claros que los fuegos de los realistas abrían en nuestras filas, y que cada vez más se aproximaban sobre nosotros, sin encontrar con nuestros fuegos, que los hubiesen contenido. En esta triste situación a que nos había reducido, bien sea la impericia del señor general Cruz, o bien el de una alma baja que se aprovecha de ciertos momentos para saciar su innoble venganza, con perjuicio de su patria, y de un mil de sus compatriotas, a quien se sacrifica, no puedo menos que deplorar la desgracia que en este día fatal le cupo a mi regimiento. Mi regimiento hizo todos los esfuerzos que el valor le permitía hacer en casos tan fortuitos como en el que nos halláramos: pero todos sus buenos deseos por reunirse y volver la cara al enemigo, le fueron infructuosos. Luego que salimos de terreno anegado, la misma tropa se prin– cipió a reunir encima de la colina de donde habríamos marchado a formar la nueva línea. Pero cuál sería nuestra sorpresa al ver todos los regimientos nuestros que componían el centro y la izquierda, en una completa derrota. Juzgue cualquiera por sí mismo, y muy par– ticularmente los que lleguen a leer esta memoria. Nada se pudo hacer ya, aun a pesar del empeño que tomaba nuestro teniente co– ronel Juan José Quesada, que con la bandera coronela, se paraba, arrostrando los mayores peligros por reunir el regimiento. Sin em– bargo, justo es hacerles un digno elogio a oficiales y soldados tan valientes. Aun a pesar de nuestra derrota, la tropa se reunió por tres distintas ocasiones y rompió un fuego tan bien sostenido, que la tropa realista que teníamos a nuestro frente, o que mas bien ha– blando nos perseguía, tuvo que hacer alto. ¿pero qué podía hacer un cuerpo en esqueleto, que había perdido muchos de sus mejores oficiales y soldados, cuando no encontraba un punto de apoyo? Nada, sino entregarse a su fatal destino. Así fue, que todos princi– piamos a buscar la salvación en la fuga; pero causando muertes y destrucción en las filas enemigas. Viéndonos enteramente abandona– dos del ejército, que todos disparaban en distintas direcciones; for– zoso nos fue seguir este ejemplo; pero, ya habíamos perdido la mitad de nuestra fuerza y nada podía hacer un puñado de hom– bres, contra 6.000 enemigos que nos acosaban de cerca, con una muerte inevitable y segura. Aun a pesar de nuestro triste estado, luego que los dragones y granaderos a caballo, cargaron y arrollaron

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