Memorias, diarios y crónicas

514 JUAN ISIDRO QUESADA mismo comandante vino y lo trajo al punto en que nos hallábamos. Esta equ ivocación fue originada porque el capitán Pérez tenía la barba muy larga, tal vez por comodidad, por no tener que andar afeitándose diariamente. Así fue que en el momento que entró al depósito, se cortó toda la barba, con unas tijeras de tusar caballos. El tercer día de estar prisioneros, se nos dio la orden para marchar a Lima, y cuando estábamos ya preparados, vino un ayu– dante del general en jefe preguntando por el capitán Félix María Gómez; éste le respondió, y el ayudante le dijo que Je siguiese. Como a la hora y media, lo vimos pasar por delante de nuestra puerta, en medio de un piquete de granaderos del regimiento de Talavera, y como a los cinco minutos oímos una descarga, y en seguida regresó el indicado piquete. Todos nos quedamos absortos, sin saber a qué atribuir la muerte de este compañero de armas y ck infortunio; y aun esperando que algunos de nosotros tuviésemos que correr la misma suerte. En fin , llegó el momento de nuestra marcha, y salimos escolta– dos por el batallón de verdes y el escuadrón de dragones de San Carlos, siendo el jefe de estas fuerzas el coronel Lavin, natural de la provmcia de Entre Ríos (1). Nuestra primera marcha fue de dos leguas, y sin ningún inconveniente ni ocunencia particular. Lo [sic] que llegamos a Ja parada, ,·inieron algunos oficiales de los cuerpos nombrados a ofrecernos sus servicios, y aun a darnos algún socorro. Entre los que vinieron con este objeto, se allegó a mí un capitán del batalló n de verdes y me preguntó mi clase y patria; a lo que le respondí que. era teniente segundo y natural de la ciudad de Iluenos Aires. Me dijo que si quería tomar partido en las tropas de S. M. el Rey; a lo que le respondí que no pensaba en tal cosa, y que le daba las gracias por su o frecimiento. Después de mil refle– xiones que este señor me hizo, y que a todas ellas le daba las gra– cias o le contestaba según venía al caso, me dijo: "Siento, amigui– to, que usted se obstine en no acceder a las proposiciones ventajo– sas que le hago; pero sépase que usted, va a parar a los calabozos l. Era don Melchor J osé Lavin, oficial americano que se distinguió en el ejército real (Nota F. D. L.)

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