Memorias, diarios y crónicas

NOTICL\ SOBRE SU VIOA Y SERVICIOS 517 "voy a montar en ella, pero no me separaré de su lado hasta que hayamos llegado a la parada, que si yo veo que usted se fatiga en la bajada haré que vuelva a montar en ella". Así lo hizo y me acompañó. En este intervalo él conversaba con mis compañeros, usando un lenguaje amigable como si fuésemos compañeros suyos, hasta que llegamos a Challa, en donde acampamos. Séame permitido hacer un recuerdo a este amable capitán. El capitán Lira era natural de la ciudad del Cuzco (hoy capital del departamento del mismo nombre, perteneciente a la república peruana), de una familia distinguida de esta ciudad; su educación era esmerada, de una figura elegante, blanco de tez y bien formado, amable en su trato y muy humano. Supo granjearse el afecto de todos mis compañeros; y el mío, bajará a la tumba conmigo, ya que jamás tuve la suerte de encon– trarme con él en distintas ocasiones que triunfamos de los españoles y varias veces que fui de parlamentario al real, no pude adquirir noticia alguna de este caballero. Cuando se lleguen a leer estas líneas, las personas sensatas y sensibles, mirarán con aprecio a tan valiente como noble oficial pe– ruano, dulce en su trato, como el nombre que llevaba. El es digno de un grato recuerdo, y acreedor a que sea respetado su nombre. Esta es la recompensa que merecen los hombres de esta clase. iOja– lá que la juventud que se dedique a la ilustre carrera de las armas, adopten ejemplos, tan loables como los del capitán Lira, y no mi– ren con desdén o desprecio, a los que han tenido la desgracia de caer prisioneros en poder de sus enemigos! Imitad, heroica juven– tud, este ejemplo, y entonces vosotros mismos os llenaréis de un noble orgullo al recordar las víctimas que habéis salvado y los que os deben el aire que respiran. Al otro día de estar en Challa, marchamos para Huayla al acla– rar el día; nuestra marcha fue sin ningún inconveniente, o ejemplos de carnicería con nuestros desgraciados soldados. Así fue, que esta jornada nos pareció la mejor de las que habíamos hecho, a pesar de las seis leguas que habíamos caminado a pie hasta llegar a Huayla. Al siguiente día, al romper el día, marchamos con dirección al pueblo de Paria. La marcha aunque bastante larga, no nos pareció tanto, porque no oíamos el estruendo del fusil, que nos anunciaba la pérdida de alguno de nuestros valientes soldados. Así fue, que llegamos muy contentos a ese pueblo. Sus habitantes, nos esperaban con platos de comida que nos daban al pasar por delante de sus

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