Memorias, diarios y crónicas

536 JUAN ISIDRO QUESADA de saber de mí, lo que ellos sólo sabían por dichos de nuestros propios enemigos. Después de algunos días que ya tuve más intimidad con todas estas señoras, pude conocer a una porción de hombres respetables que ellas me presentaban como amigos nuestros y patriotas. Así fue que con este motivo tuve muy largas conversaciones con todos es– tos señores, en diferentes horas de los distintos días que estuve en esta casa. Todos ellos me llenaban de regalos, y aun me exigían que me quedase con ellos. Yo me sentía muy inclinado, como buen niño, a decirles que sí; pero me detenía el que mi estadía en villa me atrajese, prevenciones que me acarreasen compromisos, que no podría correr siguiendo la suerte de mis compañeros. A más veía, que si alguna vez mis compañeros fuesen canjeados, no podría .ser comprendido el número de éstos, por estar tal vez ignorado de que fuese oficial del ejército patriota; y también me negaba a ellos, pÓr– que creía que sería la mayor vileza en mí, el quedarme a disfrutar de una libertad de que mis compañeros se veían privados. También temía que después de estar separado de mis compañeros, se me die– se otro trato distinto del que me habían ofrecido; pues yo era muy joven, sin experiencia alguna de la vida, y mucho menos de los hombres. Así es que todo lo temía y de todos recelaba. Esto era propio; y estos pensamientos eran conformes con mi inexperiencia y mis pocos años. Sin embargo, no me pesa el haber procedido de este modo, pues conservo un gran orgullo en haber sufrido cinco años, cinco meses y cinco días de encierro en los calabozos de Ca– sas Matas, que el haber cargado sobre mí con la nota débil o pusi– lánime, por no haber seguido la suerte de mis compañeros. Mil veces, en la ciudad de Lima, he sido ensalzado en la socie– dad, por haber tenido tanto valor para sufrir los horrores de mi negra prisión, antes que doblegarme o tener la bajeza de pasar a las filas de los realistas. Estos elogios han compensado todos mis infor– tunios y desgracias; y hoy que ya me hallo en la edad madura de mi vida, me lisonjeo más y más, el no tener remordimiento alguno que manche mi honrosa carrera militar. Cada vez que mi imaginación me recuerda estos momentos que pasé con esta familia, no puedo menos de tributarles mil recuerdos de gratitud y cariño, por tan finas y generosas atenciones que dis– pensaron a un desgraciado, como lo era yo en aquellos momentos. En ellas no había otro interés, que el de aliviar a la humanidad afligida. iDios bendiga a tan amable familia!

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