Memorias, diarios y crónicas

NOTICIA SOBJU: SU VIDA Y SERVICIOS 537 Al segundo d ía de habérseme vestido, supliqué al señor Velar– de me permitiese ir a ver a mis compañeros, que hacía algunos días que no los veía. Esta súplica se me concedió; y en el acto pasé a la casa donde se hallaban éstos; después de muchas preguntas que me hicieron sobre el trato que me daban, les dije: "qu e por lo que veían, debían juzgar que era muy bueno, como en realidad lo era; y que me hallaba sumamente agradecido a las bondades con que me trataba esta familia y las finas atenciones con que me distin– guían; pues parecía que no fuese un prisionero, sino un miembro de ella". Todos mis compañeros quedaron muy satisfechos y contentos de que hubiese hallado personas tan sensibles y caritativas, que se hubiesen condolido de mi juventud y desgracia, y que me hubiesen sacado del estado miserable a que me veía reducido cuando llega– mos a Moquegua. Todos me felicitaban y me daban los parabienes por verme en tal estado de elegancia, como ellos me decían; y aun algunos me chanceaban diciéndome: "que cuando marchásemos, nadie creería que era un prisionero, sino un o ficial de los que los custodiaban". Estas bromas me hacían poner colorado y aun aver– gonzarme de estar mejor vestido que ellos; sin embargo, como co– nocían bien mi carácter y sensibilidad, me decían: "¿Hasta cuándo seréis niño, Isidro? ¿No véis que todas estas expresiones que te decimos, son nacidas del aprecio que hacemos de ti, y de que nos regocijamos te hayan vestido de un modo que no aparezcas como un miserable, como cuando llegamos a este pueblo? Vamos, deja tus niñerías, y hablemos de las p reguntas que te han hecho, con respecto a nuestro ejército y a nuestra querida patria". Entonces les dije todas las conversaciones que había tenido y las muchas pregun– tas que me hicieron sobre las fuerzas con que contábamos para hacer la guerra a los "godos". "Ya teníamos algunas noticias de todo esto y podemos asegurarte, que has procedido con tanto pulso y juicio en este asunto, como lo habría hecho cualquiera de noso· tros en iguales circunstancias". Después de muchas reflexiones que me hicieron del modo cómo debía conducirme y la contestación que debía dar a las pre– guntas que me hiciesen, agregaron: "Nos han asegurado que van a hacer empeños para dejarte aquí, pero que tú no te has resuelto aún, y esperan tu contestación para de.r los pasos con este objeto. Dinos, ¿qué piensas tú a este respecto? " Entonces les contesté lo ya expuesto, y me dijeron: "No hay duda que nuestro porvenir

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