Memorias, diarios y crónicas

540 JUAN ISIDRO QUESADA cual el que me profesaba el capitán Pérez, todos mis compañeros me abrazaron y me suplicaron que no me separase de ellos. No pude contestar de otro modo a estas expresiones de cariño que pro– rrumpir en un profundo llanto, y decirles: "mi suerte, señores, está ligada a la de ustedes y jamás me separaré de ella sino para la muerte". A estas expresiones pronunciadas con todo mi corazón, el capitán Pérez se levantó de su asiento, me estrechó entre sus brazos y me dio todos los consuelos de un buen amigo. Luego que me hube repuesto de las emociones que mi corazón había experimentado con tantos abrazos y súplicas de mis compañe– ros, me despedí de todos ellos, y me dirigí a la casa en donde pa– raba sin demorarme más que el tiempo muy preciso para contestar a algunas señoras y caballeros que me encontraron en mi tránsito, a quienes debía retribuir las afectuosas expresiones de cariño que me dirigían. Se me olvidaba hacer referencia de mis compañeros, con res– pecto al trato que recibían desde que llegamos a Moquegua. Prin– cipiaré a dar una idea de éste por lo que supe cuando me reuní con ellos. Luego que me separé de ellos, o que me sacaron de la prisión, me llevaron a donde dejo dicho, llegaron de todas partes criados con bandejas de comida para mis compañeros, y algunas remesas de dinero para todos, el que se repartía por iguales cantidades como les tocaba. Al día siguiente recibieron una porción de camisas, cal– zoncillos, pantalones y chalecos para todos, con lo que quedaron medios vestidos para poder salir a pasear por el pueblo, porque habían recibido la orden del subdelegado Landa, para poderlo hacer cuando gustasen, con la sola cláusula de estar en la casa después de las oraciones. Mis compañeros fueron tan estrictos en el cumplimiento de la orden, que no hubo ejemplar de darles la oración fuera de la pri– sión. Con esta conducta, se granjearon más el afecto del subdelega– do: pues, no hubo un solo oficial de los de la guarnición, que se llegase a pasarles lista durante los días que estuvimos en dicho pueblo. Cuando salían a pasear, que lo era generalmente a las cuatro o las cinco de la tarde, y algunas veces por la mañana muy temprano, dedicaban la última para caminar por la villa, y la primera, era para ir a rendir sus ágradecimientos a las familias de quienes recibían diariamente sus alimentos y algunos obsequios particulares.

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