Memorias, diarios y crónicas

546 JUAN ISIDRO QUESADA Loreto, y en el momento me dejé caer del anca de la mula para continuar mi camino a pie, por serme muy molesto el bajar ésta de esa manera; pues habían muchos saltos que dar por las piedras que habían en forma de escalones, que habían hecho incomodar mucho a mi compañero, y aun a mí mismo. Bajé, pues, esta cuesta con tanta ligereza que en un momento estuve en el plano de la quebra– da que da entrada al río y valle; allí tuve que estar como media hora esperando a mis compañeros que acabasen de descender la cuesta. Luego que éstos hubieron bajado, seguí mi camino hasta la orilla del río, que monté en ancas de otro compañero para pasar éste, y continué así hasta el lugar de la parada que no distaba mu– cho del río. Luego que llegamos a este punto, me dejé caer y co– mo nada tenía que cuidar, ni menos acomodar, pedí licencia para ir a buscar leña. Se me concedió, y fui a buscar ésta a una hacienda que distaba como dos cuadras, llegué a la casa y pedí un poco de leña a los criados que estaban juntando ésta; éstos me dijeron que llegase a la casa y la pidiese a la señora dueña de ella. En el mo– mento me dirigí a ésta, y al llegar, me encontré con una señora como de treintaiseis años, a la que saludé y le dije el objeto de mi ida hasta allí. Esta señora, al verme tan joven, me dijo: "¿quién es usted, caballerito? " . "Soy, señora, un oficial prisionero que voy para Lima, y como nada tengo que cuidar, he venido a pedir un poco de leña para hacer nuestra comida y ahorrarle a mis compañe– ros este trabajo. Espero de la bondad de usted me dé un poco de ésta, pues mis compañeros me han de estar esperando". "Con el mayor gusto voy a hacer que se la lleven a usted". "Mil gracias, señora, le dije, pero espero que usted me permitirá llevar la que necesito para hacer la comida para mí". "De ningún modo, caballe– rito, permitiré el que lleve ésta, pues yo tengo criados de sobra para estos casos, y para hacerles más soportables las desgracias a los que, como usted, no han nacido para este ejercicio". "Le doy a usted las gracias por su fina bondad, pero permíta– me que le diga, que aunque no he nacido, o mas bien diré, que aunque no me he criado en este estado, es preciso que me acos– tumbre a ello, pues creo que tal vez tendré que servir de peón en obras públicas; porque me dicen que vamos a trabajar al castillo del Callao de Lima, como prisioneros; y así es, que debo acostumbrar– me al trabajo desde ahora. En esta virtud, permítame el llevar la leña que quiera usted darme". Entonces me dijo "no permitiré que usted la lleve". Dio un grito llamando a unos negros, y éstos carga-

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