Memorias, diarios y crónicas

78 FRANCISCO JA VJER M ARIATECUI acontecimientos, copiaré ahora lo que se escribió, para que los lec tores conozcan que no invento lo que escribo y se penetren de que el descontento debió ser general y fundado. En el periódico se leen estas cláu sulas: "El vencimiento de los españoles (el vencer a los españoles debió decir) ha entrado ya en la clase de los esfuerzos subalternos que exige la independencia de América. Dirigiendo con mét odo las operaciones militares y buscando a los enemigos cuando convenga, con el denuedo con que lo han buscad o siempre los independientes, la guerra será mas bien en adelante un preservativo contra el influjo inevitable de las antipatías locales, que un escollo capaz de hacer naufragar la causa de América[... ] La obra verdaderamente difícil, que es necesario emprender con valor, firmeza y circunspección, es la de corregir[ ... ] ideas inexactas[... ] impresas en la actual generación[...] Empezando por la libertad[... ) d ebe concederse con sobriedad para que no sean inútiles los esfuerzos que se han hecho para alcanzarla: todo pueblo civilizado está en aptitud de ser libre, mas el grado de libertad que goce debe ser proporcionada a su civilización" (s} (7). Esta parte de ese periódico fue reimpresa en la Gaceta de l ima de 4- de agosto ele 182 l, y la recordarán muy bien todos cuantos vieron a San ;..1anín llamarse Protector, que dijeron entonces: ¿se quiere disponer de nosotros, darnos libertad según los caprichos o preconcebidos planes de estos nuevos tutores del Perú? ¿Quiénes [(s) Como puede apreciar el lector la transcripción h ech a por Mariátegui no es textual, hemos introducido, debidamente entre corchetes, los puntos suspensi– vos que indican determinados vacíos. Alguna palabra variada no la hemos corregi– do, pero debemos indicar que :\lariátegui sí acierta, ya que da en forma compen– diada el sentido real del art ículo que originalmente apareció en El Pacificador del Perú y al que nos hemos referido en la nota r.) 7. La libertad no se concede a los pueblos; los hombres la tienen de la naturaleza. En las sociedades civiles, las constituciones la especifican, la califican, la enumeran, y lo mismo hacen los pueblos, después de meditaciones y discusio– nes, por medio de diputados elegidos con ese objeto. Estos eran los sentimientos del pueblo peruano, esta su voluntad bien pronunciada, en conversaciones familia– res, en reuniones públicas y privadas y aun en la prensa en el tiempo en que los españoles permitieron escribir, después de jurada la constitución de las cortes; y los que esto sentían, los que así pensaban ¿podían mirar con indiferencia que se les dijese: la libertad se debe dar por medida, y como yo, usurpador del mando, crea que debo dárosla? iQué falsas, qué espantosas consecuencias nacidas del prurito o manía de monarquizar la América.!

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