Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEL PERU INDEPENDIENTE 81 fue perdido. Los que venían detrás tuvieron que separarse de la playa y marchar ya en confusión. La dispersión fue tal que los guerrilleros, que en bandadas, como pájaros de mar tras la anchove– ta, seguían a los contrarios, tomaron en ese día más de novecientos dispersos. La marcha desde entonces no fue sino una derrota. San Martín dispuso que el General Las Heras, con las compa– ñías de preferencia del ejército, saliese en persecución de los que se retiraban. Fue tan oportuna esta medida que antes de pasar la cordillera ya el ejército invasor estuvo en cuadros y Las Heras tomaba dispersos, cansados y pasados. Era tanto el apuro de los enemigos, que no tenían tiempo de asesinar a todos los cansados, como siempre lo habían hecho y era su costumbre. Confió Las Heras en que concluiría la campaña y que sacaría inmensas ventajas con sólo picar la retaguardia al enemigo y cuando se le ordenó contramarchar, representó el estado victorioso en que se encontraba, el abatido y triste de los enemigos, las esperanzas de aniquilar a Canterac y de llegar a Jauja junto con los oficiales españoles y esperó que se le dejase continuar su marcha triunfal. La respuesta estuvo reducida a exigir que regresase del punto en que se hallaba, lo que obedeció con repugnancia, porque conocía que no se presen– taría otra vez una oportunidad mejor para dar un golpe de muerte a los enemigos. Entre la oficialidad y tropa tenían los más las mismas ideas y las mismas esperanzas; el descontento fue general. El ejército entró abatido a la ciudad, pasó el puente y la calle de Palacio. Los cuerpos siguieron a los cuarteles y Las Heras entró al Ministerio de la Guerra. Allí dijo a Monteagudo verdades amargas, que oímos todos y de que debe estar instruído D. José Mercedes Castañeda, que vive y que tenía un destino en el Ministerio. Yo estaba con el Oficial Mayor O. Juan Berindoaga y con él oímos las reconvenciones del General al Ministro. Le afrontó con energía que él era la causa de que se prolongase la guerra; que perdía a San Martín con la idea de que no eran temibles los españoles y que lo eran los que él llamaba demagogos, dando este dictado a los republicanos, que se oponían a la monarquía; y que por sostener sus desorganizadores planes había privado al Perú de una gran ventaja y a él personalmente de haberse cubierto de gloria. Y esas reconvenciones eran en voz alta para que los oficiales del Ministerio las oyeran. Monteagudo se disculpaba con la falta de abrigo de la tropa, con el cansancio de ésta, y con el temor de que los enemigos ocupasen una posición en que hacer alto y vencies4:n a los

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