Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEL P ERU I NDEPENDIENTE 93 con pliegos para el Virrey. El oficial fu e puesto a disposición del General La Mar con órdenes precisas para que hiciese cuanto éste lo ordenase. El o ficial salió con los pliegos, con pasaporte e instruc– ciones y desempeñó su comisión. El Virrey recibió los pliegos en que el general español renunciaba todos sus puestos, empleos y condecoraciones, y en que exig ía que el Virrey tuviese a bien declararlo exento de toda obligación y lazo para el Rey de España y su gobierno. La con tes tación a La i\ lar fue satisfac toria. Estoy instruído del efecto que el paso de La Mar produjo en los jefes españoles. Ex teriormente aparentaron serles muy indiferen– te, aseverando que no les tomaba de nuevo, que ex trañaban que no hubiese tomado antes servicio con los insurgen tes, y aun O. Eulogio Santa Cruz dij o en público, que se alegraba, porque La Mar siempre había sido enemigo. Estas noticias que nos trajo el o ficial parlamen– tario, po rque delan te de él hablaron cuando le despacharon con la con testación, me fueron confirmadas después por otros que las sabían. In teriormente lo sintieron y lo deduzco del modo como se expresaban. "Ya tienen los insurgentes quien o rganice sus fuerzas y quien los di rija, principalmente los peruanos, que lo admitirán con todo placer". El señor D. Matías León, que se hallaba en el Cuzco, oyó mucho sobre esto, y a él debo pormenores que me confirmó después el mismo La Mar. Recibida po r éste la apetecida contestación del Virrey se la llevó al General y le expuso que estaba p ron to a servir en el ej ército de la Patria, p ero sólo en la clase de Co ronel; que formaría y organizaría un regimiento, y que así serviría a la causa, que siempre había sido de su corazón. San Mart ín no lo consintió, se le extendió el despacho de general de división, y en esta clase sirvió como hombre leal, honrado y para quien los in tereses del Perú eran los suyos. Fue siemp re querido de los pueblos, dos veces llamado a regir los destinos de esta República y dos veces tuvo que sufrir las consecuencias de revoluciones militares. La primera cuando Enrique Mart ínez y Riva Agüero, por miras particulares, se unieron para derribarlo. La segunda cuando San ta Cruz, tan ambicioso como inep to, fraguó contra él una revolución en Arequipa en 1828 y que estalló en 1829.

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