Memorias, diarios y crónicas

96 FRANCISCO JAVIER MARIATEGUI no fingió que lo desconocía; estos son conceptos personales del autor, pero en ellos no hay exactitud. Declarado Protector el General San Martín, por un acto de su propia autoridad, creyó Lord Cochrane que el general del ejército auxiliar había cometido un acto criminal, una usurpación de la autoridad, con infracción de lo que debía hacer y de las instrucciones que el Gobierno de Chile dio al que mandaba las fuerzas libertadoras, que debían reputarse auxiliares de la Nación peruana, y reconocer al Gobierno que la misma Nación se diera. Participado el decreto en que asumía el mando y comunicado a Lord Cochrane, nada contestó de oficio, se reservó avisar lo ocurrido a su Gobierno y esperar órdenes. Pero en carta particular increpó a San Martín su conducta, que no reputó buena, y le indicó las malas consecuencias que a su juicio, semejan– te medida debía producir. Solicitó también el pago de la escuadra y de lo que se ofreció por la fragata "Esmeralda". Examinada racionalmente la conducta del Almirante nada hay que reprenderle; y dependiendo de un Gobierno como el de Chile, era necesario que ese Gobierno reconociese el del titulado Protec– tor, que se le diese órdenes por quien debía darlas y cumplirlas cuando las recibiera. Hizo mal San Martín en dirigirse por su Ministro al Almirante, cuando debió hacerlo al Gobierno a quien ese Almirante obedecía. Presentada así la conducta de ambos perso– najes, el público sacará una consecuencia contraria a la que saca el autor de la historia y formará también un juicio acertado. Sobre el pago de lo que se debía a la Escuadra y sobre lo que Lord Cochrane sacó del Sacramento, ya hemos expuesto lo con– veniente. El Almirante nada tomó para sí, todo lo dio a las tripulaciones y oficialidad de la escuadra, pagándoles a cuenta de lo que se debía, y a la verdad, que no era poco. Chile no tenía entradas para subvenir a sus gastos; los que hacía la escuadra eran fuertes; nada se les mandaba; los meses y años corrían y Cochrane no cobraba. Alegaba que temía quedar sin tripulaciones, sea por las deserciones, sea porque cumplido el tiempo por el que la marinería se había enganchado, pedían su licencia. Lord Cochrane fue un hombre muy decente, de maneras deli– cadas, y si la naturaleza lo dotó con un carácter fuerte y atrevido, Y si abrigaba odio profundo y resentimiento contra San Martín, como lo sostiene el autor, yo lo ignoro y no sé de dor{de deduce su aserción el señor Paz Soldán. Si la saca de la correspondencia de San Martín y de la de los que lo rodeaban, malas fuentes son las

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