Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEL PERU INDEPENDIENTE 139 referiré, que hasta las casualidades les fueron favorables. He aquí un hecho, que por la relación que tiene con un suceso narrado no dejaré de referir y que ignorado por los patriotas pudo comprome– ter por algún tiempo más la consecución de la ln(iependencia. Los repetidos actos de los patriotas para desarmar las guarni– ciones españolas y la declaración de la Independencia en todo el norte, atontaron a los españoles residentes en los pueblos que se habían separado de la metrópoli y quedaron así por algún tiempo. Pero al ver el modo como fueron tratados, pues quedaron en com– pleta libertad; al saber que existían fuerzas considerables en el resto del Perú todavía esclavo, y que podían trabajar contra la patria por medio de motines y contrarevoluciones en el norte, organizaron una conspiración cuyo centro fue Cajamarca. Era intendente de la pro– vincia (hoy se llaman subprefectos) D. Mariano Castro Taboada, limeño y oficial de artillería en el ejército realista, y los españoles trataron de ganarlo y obtuvieron de él que permaneciese neutral y que no los contrariase. Castro no era hombre de convicciones pro– fundas, no tenía causa para sacrificarse, trataba sólo de vivir y de sacar ventajas de todos y por todos los medios y por esto no fue difícil a los enemigos el ganárselo. Se ganaron también a unos pocos americanos; y se propusieron en un día sublevarse en toda la sierra. Pero recelosos de encontrar resistencia en las poblaciones o de ser sofocados en sus movimientos con fuerzas que subieran de la costa, determinaron ponerse en comunicación con el Virrey y reci– bir sus órdenes y auxilios de armas y de gente de guerra. Un Arbai– za vino de Cajamarca, recorriendo toda la serranía, esparciendo en los pueblos noticias favorables a los patriotas para ocultar de este modo sus pérfidos planes; pero poniéndose en contacto con los españoles para su grande empresa. Arbaiza llegó a esta ciudad y entregó las comunicaciones al Virrey, lo que acaeció a principios del año de 21 y poco antes de que La Serna y compañía lo depu– siesen. Pezuela halló el cielo abierto con las noticias que recibió, y cuando sabía que muchos jefes españoles le hacían la guerra porque no daba golpes decisivos contra los insurgentes, encontró en el plan propuesto, si se realizaba, una defensa completa. Contestó pues muy satisfactoriamente a los que le escribieron, confirmó sus planes con muy pocas modificaciones y nada dijo al General La Mar, de quien el que esto escribe, trató de averiguar todo lo que el proyec– to comprendía. Los Ceballos y Monet serían, sin duda, los consul– tados. El sobrino del Virrey, Don Fernando de la Torre, fue el

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