Memorias, diarios y crónicas

166 JOSE MARIA AGUIRRE nac10n. A éste se le recomendó la protecc1on del desembarco. El llenó su comisión, y entrando bajo los fuegos de las fortalezas desembarcó el primero su tropa en tierra, y avanzándose a vanguar– dia del cuerpo de la expedición asaltó los castillos, arrolló con impetuosidad las guarniciones, y se posesionó de la plaza. Expulsadas de este modo las armas españolas del Estado chile– no, el territorio estaba libre de sus antiguos opresores. Se había jurado la independencia y un gobierno republicano estaba constituí– do en el país. El ejército de los Andes había llenado ya sus compromisos. Tenía completada la obra en aquel punto; nada más tenía que hacer en Chile. Después de pasados dos años en una campaña tan laboriosa, llena de combates y fatigas, era preciso disfrutar de algún descanso. El ejército se reunió en Santiago mientras recibía nuevas órdenes del gobierno argentino para continuar su carrera. Un suceso singular Y extraordinario que hará época muy marcada en la revolución de las Provincias del Rio de la Plata ocasionó la destrucción del gobierno general y estableció la anarquía y la división de los pueblos. Este conflicto puso al ejército de los Andes en una situación más peligrosa y aflictiva que todas las que había pasado en la lid con los enemigos. La representación nacional había desaparecido. El gobierno del cual dependía no existía ya. Su p atria era un teatro de confusión Y de desgracias. Toda ella ardía en la guerra civil. El general en jefe hizo dimisión del mando en el mismo ejército. Ha fenecido ya (les dijo), la autoridad que me dio poder para mandaros. Yo no puedo continuar más. Elegid vosotros el que más convenga y disponed de vuestra suerte. En una junta plena de guerra compuesta de todos los jefes Y oficiales se consultó este raro y grave acontecimiento: se ve expues– to el ejército a disolverse, si le falta la unidad. Los españoles pueden entonces emprender de nuevo con probabilidad de mejor suceso. En esta apurada crisis llena de dudas y de incertidumbres se resuelven por principio militar que enseña en los casos dudos~s abrazar el partido que haga más honor. Declararon en consecu_en_c',ª por una acta solemne firmada en Rancagua que el ejército ex1stma siempre fiel a su pabellón y a sus juramentos, haciendo la guerra ª los españoles, mientras existiesen en América, porque éste era el

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