Memorias, diarios y crónicas

168 JOSE MARIA ACUIRRE ros que habían tomado los españoles en las batallas del Desaguade– ro, Vilcapugio, Ayohuma y Sipe-Sipe gemían en las mazmorras de Casas-Matas, fueron canjeados e incorporados al ejército de los Andes; sobre ese cuadro de oficiales, sargentos y soldados se formó un brillante batallón de cazadores que se denominó del ejército. El regimiento más fuerte y más acreditado que tenía el ejército del rey era el de Numancia. Este se pasó a las banderas de la patria porque todos eran colombianos; se les dio un lugar preferente en la línea. Entonces arrojó la cucarda española y substituyó en su lugar la escarapela colombiana, a que por origen pertenecía. Desde entonces ya el ejército se compuso de tres escarapelas americanas unidas: su presencia sola era una proclama que convoca– ba a la unión de los demás pueblos, para consolidar la causa sagrada de la independencia. Las columnas libertadoras se aproxima– ron a Lima, situándose en Retes. Otra división fuerte penetró en el interior de la sierra, y batió una ligera que ocupaba los altos de Iscuchaca. Los españoles temieron y abandonaron la ciudad con marchas precipitadas. El ejército tomó posesión de la Capital de los Reyes y se arrancó de ella el estandarte que trajo Pizarro para conquistar el nuevo mundo. En seguida se sitiaron las fortalezas del Callao. Se intentó tomarlas por asalto en mitad del día. El arrojo fue el más audaz de que hay memoria en los anales de la guerra; pero el suceso no correspondió a la valentía de la ejecución, porque no se logró sorprender las puertas de los castillos. La escuadra española andaba fugitiva. Una de sus mejores fragatas estaba en el puerto protegida de las baterías de los buques menores, botes y cañoneras, con doble guarnición de infantería y una cadena de fierro que la aseguraba. Sin embargo ella fue abordada y sacada fuera de la bahía en medio de un fuego espantoso. Los españoles habían reunido entre tanto todas sus tropas en el interior y volvieron sobre la capital. El ejército los aguardó fuera de los muros de la ciudad. Se aproximaron orgullosos; intentaron en Borja sorprender con un ataque brusco por la noche pero fueron rechazados. Se refugiaron en seguida al Callao y no pudiendo permanecer más tiempo, se retiraron a las sierras en fuga precipitada con pérdida de la tercera

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