Memorias, diarios y crónicas

170 JOSE MARIA ACUIRRE América del Sur. El ejercito de los Andes y el de Chile se hallaban casi en esqueleto; habían sufrido el estrago de tan mortífera campa· ña; no eran ya más que dos pequeñas divisiones. Estas se compo· nían en su mayor parte de soldados formados en el país; su base sólo era aguerrida y acreditada por una serie de combates y victo· rias. Nunca habían sido vencidos. Su nombre sólo daba esperanza de triunfar porque su fama valía el poder de un ejército. Se les mandó hacer el último sacrificio y ellos lo consumaron. Se embarcaron en el puerto del Callao para batirse en interme– dios con todas las fuerzas del rey que estaban reunidas en aquel punto. La navegación fue larga y penosa; la peste se dejó sentir en el ejército, pues la corrupción del agua y de los víveres contribuyó a ello. Desembarcaron en Arica en donde el temperamento es mortífero. Todas estas circunstancias se reunieron para que el ejérci– to perdiese la cuarta parte de sus mejores tropas, después que estuvieron en tierra. La vanguardia enemiga era formada de los mejores regimientos. Se presentaron al frente con igual fuerza a la que podía tener toda la expedición. El choque fue fuerte. En Torata se empeñó la acción(!). Los españoles dejaron el puerto: tres leguas fueron perseguidos disputando el terreno palmo a palmo y desalojándolos de las posi– ciones ventajosas que tomaban; pero ellos fueron reforzados por el cuerpo principal del ejército que tenían de reserva. Entonces era ya forzoso emprender una retirada acelerada para evitar el compromiso de otra acción desventajosa con fuerzas tan desiguales. No fue posible conseguirlo. Los soldados estaban fatiga· dos; los contrarios llegaban de refresco y descansados: al día si· guiente se vinieron a las manos. En Moquegua fue el sangriento teatro donde pelearon con bravura y asombro dejando el campo cubierto de muertos. Se retiraron sufriendo un horroroso fuego hasta reembarcar los restos, que se unían en aquel acto a otra división, que desde !quique se venía batiendo para embarcarse. Se hicieron a la vela y en esta navegación naufragaron dos buques sobre las costas de Nazca, llevando a su bo rdo el regimiento número 5 y el de Granaderos a caballo de los Andes; fueron algunos sepultados en las ondas del Pacífico y los que lograron salvarse sufrieron la terrible jornada de atravesar el desierto de la ( 1) Esta acción fue el 19 de enero de 1823.

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