Memorias, diarios y crónicas

14 FRANCI SCO JAVIER f\ IARIATECUI extrañará la falta de orden ni de corrección en este escrito. Leo la obra, encuentro faltas, las descubro, tomo para ello la pluma, y extiendo en el papel mis ideas. Por esto tampoco se extrañará que mi escrito esté lleno de anécdotas. Estas son noticias históricas que servirán al escritor concienzudo, que se proponga sacarlo todo de materiales, o inéditos o dispersos. Como escribo sobre aquello de que tengo ciencia cierta, y de que estoy plenamente convencido, guardo silencio sobre otros puntos, reservándolos para los que se hallen más instruidos que yo de ellos. Copia el autor en la página 5 7 un o ficio del Virrey Pezuela al Ministro de la Guerra, en el que le da la razón del Estado del Perú, de las bajas que sufría el ejército, bajas (que llama enormes), que era "preciso estar perpetuamente reponiendo con indecibles dificul– tades, fatigas y costos; por lo que ha llegado a presumir que pueden haber seductores ocultos que las promuevan". (c) Rara era la noche en esos tiempos en que no faltasen en la lista, después de la retreta, de 30 a 60 desertores de todos los cuerpos de la guarnición de esta capital. No los hab ía en el campamento de Aznapuquio y esta diferencia era muy significativa. Deducían, pues, los enemigos, que había agentes que provocaban la deserción. Los jefes de cuerpos hacían exquisitas diligencias para tomar a los desertores, y los buscaban en los lugares en donde los pobres soldados tenían relación, y después de grandes indagaciones, de escrupulosos registros, de amenazas, y aun de tormentos a la gente pobre, a la que imputaban las ocultaciones del soldado, nada podían lograr. Era esta otra prueba de que existían esos agentes de deserción y de que no era gente de la plebe. El señor Paz Soldán al proponerse escribir la historia y al leer el documento que copia, debió meditar sobre el hecho y deducir la consecuencia, que los avisados jefes españoles deducían: hay agentes provocadores; yo referiré lo que hubo sobre el particular. Cuando San Martín desembarcó en Pisco, salieron de esta ciudad repetidos avisos, dándole cuenta de todo, de las fuerzas españolas, de sus acantonamientos, y le instaban para que acome– tiese a la capital. Más prudente y más previsor, escribió el General que no convenía exponer el ejército de la expedición a una batalla; [(c) Lo que transcribe Paz Soldán del referido oficio está en las págs. 51 y 5 2; lo acotado por Mariátegui se encuentra en la pág. 52.]

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