Memorias, diarios y crónicas

24 FRANCISCO JAVIER MARIATECUI don Ruperto Delgado lo abonaba, po rque tenía muy experimentada a la tropa y muy conocidos a los oficiales. La mayoría era de americanos; pero de éstos, sólo tres eran capitanes: Heres, muy godo; Febres Cordero de la misma opinión y Lucena, por quien Delgado abogó, cuando se le dijo que ya estaba ganado para la patria. Entre los subalternos se contaban como patriotas Dabauza, Izquierdo, Alcina, Alzuru, La-Madrid, Guas, González, Campos y otros cuyos nombres he olvidado. El Virrey agregó a este cuerpo a don Ramón Herrera, muy realista y al peruano Allende, hoy gene– ral. Era mayor un venezolano Ortega, a quien consiguió Riva Agüe– ro ganar a la causa de la patria; Cerdeña era otro capitán también muy godo. En la clase de sargentos y de soldados se encontraban varios patriotas prisioneros tomados por los españoles en batalla que gana– ron al General Nariño. Entre éstos se contaban un Geraldino que murió ahora pocos años en Bolivia, y que llegó a la clase de general. Bustamante que murió al servicio del Perú y también de general; Cuervo, que falleció en Bolivia en la clase de comandante del ejército colombiano; Pedro Torres que vive, coronel al servicio del Perú; o tro To rres que pasado a San Martín y tomado prisionero en las inmediaciones de Paseo , fue fusilado inmediatamente antes de la ba talla que les diera y ganara el General Arenales; un cuzqueño Tejada que murió ahora poco de coronel, y otros que no me es fácil recordar. Los patriotas conocíamos que el concurso de los últimos no era bastante para dar el golpe y no podíamos hacer nada con los p rimeros, de quienes desco nfiábamos. Pero la Providencia nos prepa– ró un capitán por un medio eficaz y precioso . Este fue el capitán Lucena, con quien nos puso en contacto una joven. Lucena nos p roporcionó relaciones con los subalternos mencio nados que no conocíamos. El capitán Lucena pretendió a una señorita con quien quería casarse, y ésta, insigne patriota, le con testó que ella jamás se casaría con un godo; que hiciese algo por su patria y que entonces le dar ía su mano. Bastó esto para que Lucena, d e godo insufrible, se convirtiese en ardiente patriota. Buscó a los que se le indicaron y tocó con el que esta relació n escribe, y entonces se formó el p lan de pasarse y se convino en el que fue comunicado a San Mart ín. Al con testar éste indicó que el batallón podía dar días de gloria a la América, o atacando al Virrey en su palacio y haciéndo·

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