Memorias, diarios y crónicas

30 FRANCISCO JAVIER MARIATECUI P.- iQué delirios! iQué insensatez! iCuánto engaño! Sepa U. que no sólo "Numancia'', sino todo el ejército está minado; que muchos oficiales están comprometidos y que la tropa disgustada no peleará. l\1il.- ¿Y los soldados españoles? Ellos se batirán y solos vencerán. P.- ¿y ha olvidado U. el lance de "Extremadura"? ¿y este batallón español no se sublevó? ¿y qué habría sucedido entonces, si por trabajos anticipados, como los de ahora, los otros cuerpos hubie– sen estado preparados? Desengáñese U., el gran día de Pascua dela América se acerca, en ese día cantaremos Hosanna y es preciso que U. la cante también. U. tiene la camisa muy sucia; lávcla y meta el hom– bro para el triunfo, en vez de denunciarlo; y sepa que yo mismo tengo parte en los pasos que se dan, y que los da también su amigo don Fernando López Aldana. Mil.- Permítame Abatucho que le diga que lo dudo, que no lo creo. P.- ¿Quiere cerciorarse de ello? ¿Quiere U. oirlo de su boca? Pues bien, venga conmigo y oigamos. Mil.- iSi fuera así! iSi hombres de juicio y de peso quisie– ran unánimes la independencia, yo la querría también! El resultado fue que Heres y Paredes se salieron juntos y se fueron en demanda de López Aldana. Como Paredes me dejó encerrado, yo tuve que aguardar su regreso. Estaba admirado, no sabía lo que me pasaba, creía que soñaba. Admiraba el arrojo de Paredes, franqueándose así en globo y descubriendo nuestros planes a un capitán cuyos antecedentes eran todos de un acérrimo enemi– go de la independencia, que acababa de desaprobar la revolución y que amenazaba denunciarla. o podía comprender el cambio de Heres y me inclinaba a creer que se proponía descubrirlos, cercio– rarse de ellos y después denunciarlos. Era yo joven y desconocía lo que influía sobre el corazón humano la ambición, el deseo de engrandecerse y cómo los hombres todo lo posponen a las miras ambiciosas; y no podía concebir el repentino e inmotivado cambio de Heres. Abismado en mis reflexiones, no oía, no atendía a lo que Cuervo me hablaba y estaba atolondrado, cuando Paredes regresó lleno de júbilo, loco de contento, asegurándome que Heres estaba

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx