Memorias, diarios y crónicas

36 FRANCISCO JAVIER MARIATECUI Thomas Hardy no tuvo qué contestar. Los originales existían en el archivo de Campaña, que fue depositado en el ministerio que consumieron las llamas cuando en 1822 fue incendiado. Debe la familia del Almirante tenerlos, y ojalá los publique, sean separados o bien en una segunda edición de las memorias de su ilustre pariente. Esta edición es necesaria, porque agotada la primera es difícil conseguir un ejemplar, a pesar de las más prolijas diligencias. Yo las tuve prestadas por el General Miller, las le í de carrera para devolverlas, y siento ahora no haber tomado apuntes. Lo cierto es que yo había referido a muchos lo que se lee en esas memorias y en tre o tros a mi caro amigo el señor Dr. D. Guillermo Maclean, el que después de leídas me buscó para asegurarme, que yo no le había dado no ticias erradas sobre los hechos del Lord, sino exactas, y que ve ía confirmadas en la obra histórica reciente– mente publicada. A sus memorias me refiero y pueden cotejarlas los lectores y comparar con lo que tiene escrito Paz So ldán. La toma de la "Esmeralda" es un hecho glo rioso , heroico y que sólo el claro entendimiento del Almirante pudo concebir y meditar y su arrojo y sangre fría, junto con la audacia de los marinos que lo acompaña– ban, ejecutar. Cochrane sabía cuanto pasaba en el Callao, la coloca– ción de los buques españoles, la guarnición que los defendía, los marineros que los tripulaban, las anclas con que estaban fondeados, las amarras con que estaban asegurados unos a otros, las cadenas suspendidas sobre vigas que los circundaban por el lado del mar, los botes que hacían la ronda, y hasta las fuerzas de tierra que de noche velaban en dos grandes fragatas mercantes que estaban al extremo de la línea. Sin embargo, quiso más datos para comprobar– los y por conducto más seguro los pidió y quiso saberlos de nosotros. Los remitimos, y por una rara coincidencia fueron casi idénticas las noticias que nosotros le diéramos a las que él tenía, según me lo confirmó después su secretario Mr. Stevenson. Aunque no nos decía el Almirante para qué nos pedía estos datos, nosotros comprendíamos que era para emprender contra Jos buques españoles y calculábamos que trataba de quemarlos. No podíamos concebir que fuese para sacarse la mejor embar– cación de guerra, como sucedió, y no quisimos creer la noticia cuando dos personas distintas nos la dieron en la mañana. El capitán enem igo Coig, no fue sorprendido como lo afirma el autor en la pág. 81, conversando con Pérez de Camino y con

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