Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEL PERU INDEPENDIENTE 39 Los cuerpos de Lima tenían bajas, pero de esas bajas unos no querían ser soldados y se iban a sus casas, otros formaron las guerrillas. San Martín ocupaba la costa del Torte; sostenía pocas fuerzas en las serranías del Departamento hoy de Junín, antes Intendencia de Tarma, y Lord Cochrane bloqueaba los puertos. Los patriotas creíamos que era necesario libertar la capital y que salie– sen los enemigos. En ella tenían todos los recursos, en ella el comercio hacía sacrificios y desembolsaba capitales con garantía del Tribunal del Consulado; era pues de necesidad absoluta que los españoles se marchasen. El ejército que trajo San Martín quedó en cuadros; los chilenos y argentinos tomaban verde la fruta y bebían el zumo de la caña en los ingenios de azúcar. Hubo día en que faltaron veteranos para mudar las guardias; los reclutas peruanos hacían el seivicio. En las boticas se agotaron los medicamentos y tuvimos los patriotas que mandarlos a Huacho. Preparó el botiquín D. Manuel Geraldino, cuyos hijos viven, y que tenía su botica en el hospital del Espíritu Santo. Su precio fue pagado en esta capital por San Martín, cuando ocupó la ciudad. Obligar a los españoles a abandonar este punto de necesidad y ese plan no se lograba sino poniendo a Lima en asedio, y para ello convenía que los peruanos levantáramos tropas que nos ayudasen. Colaboradores tuvimos; fueron de los primeros, Ninavilca, Huavique y otros vecinos de Huarochirí y de Canta y a ellos dirigíamos a los desertores con encargo de que sólo enrolasen en sus filas a los que quisiesen servir. Buscamos las primeras armas y los guerrilleros se procuraban las que quitaban a los españoles. Cuando ya estas partidas fueron numerosas, cuando nadie podía entrar ni salir de la ciudad sin encontrarse con ellas, ya fue puesto el asedio, y San Martín entonces mandó jefes que se pusiesen al frente de aquellas y las reglamentasen. El primero fue el argentino Villar, después un chileno nombrado Campos, y finalmente Febres Cordero, de "Numancia". Los efectos del asedio se hicieron sentir muy pronto. La ciudad no recibía comestibles por mar, Cochrane lo estorbaba; nada venía del Norte, San Martín estaba de por medio; nada de la sierra, los guerrilleros no lo permitían; y los consumidores acababan con las existencias de la ciudad. De Cañete solía llegar uno que otro vivandero con chancacas, pero éstos eran muy pocos; el mar dio mucho pescado, y esa pesca permitida por los españoles, cuando vieron los efectos de la incomunicación, era contenida por los

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