Memorias, diarios y crónicas

40 FRANCISCO JAVIER MARIATEGUI patriotas, porque necesitábamos de esos pescadores para que lleva– sen correspondencia. La cosecha de maíz y yucas fue abundante. Por esto no logramos nuestro intento antes del mes de julio de 1821. Los animales de matanza concluyeron; el trigo y el arroz fueron enteramente consumidos, y en lugar de pan se tomaban unas tortas de maíz que llevaron a muchos al o tro mundo. Las guerrillas fueron de creación peruana; de los peruanos fue armarlas, el darles pequeños auxilios y las guerrillas nos proporcio– naron triunfos. Los cuerpos que bajaban a reforzar la ciudad eran aguardados en las laderas y quebradas, y con piedras, con galgas y con ho ndas mataban enemigos, les quitaban las reses que arreaban, robadas a los indígenas, y se apoderaban de armas y municiones. En una ocasión vinieron persiguiendo a Ricafort que bajaba con una división, le mataron ~mucha gente, le dispersaron una parte, y sólo pudo escapar cuando a los guerrilleros se les acabaron las municiones. Ricafort quedó herido, y lo vio todo Lima entrar en una camilla y hospedarse en la Casa de Moneda. Para que entrasen los restos salió de aquí Rodil con dos batallones. También este jefe fue batido en Huampaní y los restos de la división que venía Y los que salieron a protegerla, tuvieron tantas bajas que el número de los que regresaron fue menor que el de los que salieron con Rodi l. Entre los guerrilleros que batieron a Ricafort y a Rodil hizo un papel muy principal Quiroz, un mestizo de talento, de valor a toda prueba, pero que por desgracia no había recibido la mejor educación. Sus principios no fueron de hombre honrado, y se le complicó en una causa de un robo, hecho a unas señoras de la calle de Belén, con otros, entre los que figuraba un mulato de Chile, nombrado Portales, que era el capataz . Aprehendidos los ladrones y sometidos a juicio, Quiroz se fingió loco y desempeñó tan bien su papel que el Alcalde de Corte que seguía la causa, y que lo era el señor don Gaspar Osma, no podía conseguir que el reo declarase. Lo examinaron varios faculta– tivos y éstos no se atrevían a decidir si la locura era verdadera o simulada. Se inclinaban a lo segundo al saber que encerrado Quiroz en su calabozo no practicaba ningún acto de locura. Siendo casado Quiroz, proyectó el juez de la causa introducirle a la mujer, y aun c:on este artificio no cesó de disimular el reo, porque recelaba que fuese una trampa y se le estuviese espiando. No pudiendo resistir

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