Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEI. PERU 1 DEPENDIENTE 45 Esas mentiras de personas que nada podían saber, como lo conocían muy b ien el Virrey y sus jefes, nada in fluyero n en el ánimo de éstos y de sus consejeros. i San Martín , ni sus secreta– rios García del Río y Monteagudo, eran ligeros, ni hablaban de sus planes, ni de su correspondencia; y estoy perfectamente instruido de que aun los mismos jefes ignoraban lo que se trataba de verificar. La Serna tenía espías en los pueblos ocupados, trataban de explo rar las noticias que interesasen a su causa, y nada sup ieron esos agentes del enemigo. ¿Qué podrían saber los prisioneros? A no ticia de los espaí'loles llegaron rumores con fusos de p ro– yectos sobre los castillos, rumores que corrían en esta ciudad, y muy cau tos y más desconfiados cuando tenían relación con ameri– canos, desconfiaron de Cortines y lo mudaron. No así de Santalla, el que era muy español y de quien jamás desconfiaron. Este aprovechó de esas desconfianzas contra el americano para romper con los patriotas, y lo hizo porque ya no le daban dinero cuando lo exigía, que era con bastante frecuencia. Yo tuve alguna parte en eso; a pretexto de estar agotados los fondos se le contestó que nada hab ía que darle, inspirando desconfianzas a Boqui y a Ur– quiaga. El Ambrosio Lamela, español, no era brutal, como lo pinta el autor de la historia. Era astuto, locuaz, urdía bien las mentiras, adornaba a la perfección sus planes, los pintaba con colores brillan– tes; y así embaucó a los patriotas, les sacó dinero y les hizo gastar en materiales que exigía como necesarios a la empresa. De esta clase fueron los clavos para los cañones. Resultó, pues, que todo el plan de Santalla fue sacar plata, lo que logró, pero que nada hizo, ni dio el menor paso. ANOTACION X I Nota del general español Ramírez y sus errores, sobre saqueos y esclavos. - R evolución militar de los españoles. Amigo de dar a cada uno lo que le corresponde y enem igo de que se adultere la verdad, t engo que con traerme a dos aserciones que se leen en el Capítulo VIII [pág. 135 de la op. cit. , ] de la obra. La primera es la que se refiere al general esp añol Ram írez, quien escribe desde Puno al Ministro de Guerra en Madrid: " Después q ue San Mart ín hizo sus correrías de Pisco, con la conocida idea de aumentar sus fuerzas, ganar la voluntad de los

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