Memorias, diarios y crónicas

68 FRANCISCO JAVIER MARIATEGUI nombrarse Protector, en tratar de contener y sofocar la opinión pública, para preparar la monarquía. Pero de esto aún no es tiempo de tratar: ya llegará su vez. No examinaré yo si el plan que adoptó fue bueno, si fue malo. No conozco el arte de la guerra y dejo a inteligentes que lo examinen y lo juzguen; referiré hechos. Desde que La Serna entabló los tratados de Punchauca, ya tenía dispuesta su retirada; no quería que todo el ejército pereciese de hambre o se sublevase; temía perecer dentro de murallas, si no abandonaba una ciudad cuyos habitantes le eran contrarios, en que no se tenía una libra de harina, ni de arroz, ni había una sola res o un carnero que matar. La retirada era necesaria, y de que esa retirada era indispensable estuvieron penetrados patriotas y realistas. Acordada por La Serna y por su círculo, empezaron a prepararse, y lo hacían con la conciencia de que los castillos serían rendidos por hambre, si prontamente no se les socorría. En los fuertes tenían que dejar al Inspector General, que lo era D. José La Mar, si éste reclamaba su puesto señalado por las reales órdenes sobre el parti– cular. Nada dijeron a La Mar y tenían preparado quien lo reempla– zase, si el Inspector no reclamaba. Viendo éste que nada se le decía de oficio, ni de palabra, vio al Virrey para preguntarle si era cierto que se retiraba, y lo que él creía al ver las providencias que se tomaban, aunque semejante medida no hubiese sido acordada en junta de guerra, en la que habría tenido un voto y una opinión que emitir, como el primer funcionario en lo militar después del Virrey. Le contestó éste con disculpas, con evasivas y buenas palabras, asegurándole que todos contaban con él para la retirada, y para que los ayudase en la campaña que después emprendiesen. La Mar repuso que él no lo abandonaría, que por su empleo de Inspector debía ocupar la fortaleza del Rey Felipe. El Virrey convino en lo que La Mar le indicaba y se dieron sobre esto las órdenes respectivas. De otra manera y sin el paso que dio La Mar, habría sido abandonado como lo fue D. José Pascual de Vivero, a pesar de su buen porte y honrosos antecedentes y servicios prestados a la causa del Rey. llallábase este excelente militar de gobernador de Guaya– quil, cuando estalló en esa ciudad la revolución que la emancipó de España, fue preso y remitido al cuartel general, llegó a Huaura donde estaba el General San Martín, se le presentó, y el jefe americano lo recibió con toda la cortesía propia de un hombre bien

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