Memorias, diarios y crónicas

ANOTACIONES A LA HISTORIA DEL PERU INDEPENDIENTE 69 educado y decente que trata con otro. Preguntó lc San Martín quien era y el interrogado respondió: J osé Pascual de Vivero, oficial de la marina española, Presidente de Charcas, interino, comandante gene– ral de marina, interino, gobernador de Guayaquil también interino y prisionero en propiedad. La respuesta agradó a l General, quien contestó: no es U. prisionero, puede U. dirigirse donde quiera. Le dio alojamiento, le proporcionó bagajes, y lo hizo acompañar por una partida al mando de un oficial que lo entregó a los realistas. Vivero contó lo que había pasado, refirió el buen trato que había recibido, las distinciones que le prodigaron, y esta franqueza y la honradez con que expresaba el agradecimiento que abrigaba en su seno para San Martín y sus jefes, fue causa de que los que con tanta franqueza demostraban el odio que a los americanos tenían, le mirasen mal, se disgustasen con quien no les había dado el menor motivo de queja. ¿y qué querían La Serna y sus secuaces? ¿Que el honrado Vivero fuese un pérfido, que mintiese? ¿Que a los servicios correspondiese con denigrar a San Martín y a los jefes mintiendo? Esto no es de gente decente ni honrada. Vivero fue colocado por los patriotas, considerado por todos y su muerte fue un duelo universal. Prueba esto que los americanos sabemos distin– guir y honrar el mérito. Por esto lo abandonaron al retirarse. Para entregar la ciudad eligieron al brigadier marqués de Montemira, valetudinario y muy viejo, y Vivero le fue señalado como ayudante. En este capítulo asegura el autor: "que la ciudad estaba conmovida y en la mayor consternación, los comprometidos por sus opiniones o los que temían perder sus fortunas se retiraban a las fortalezas del Callao, las tímidas mujeres, amedrentadas con la idea infundida por los españoles, de que los patriotas saquearían la ciudad y no respetarían ni aun su pudor, se ocultaron en los monasterios, o buscaban su apoyo en el ejército que se retiraba y que todo era confusión, todo un trastorno, y que sin armas ni tropa, la capital se hallaba en una anarquía completa". (11) Cuando llegué a este trozo copiado de la historia. me limpié los ojos, creía engañarme y no podía concebir como el autor escribió tantas equivocaciones, tantas cosas no ciertas y esto a las barbas de tantos que fueron testigos de esos acontecimientos. La ciudad estuvo conmovida, no en la mayor consternación; [(11) Siendo la transcripción imperfecta, por no ser literal, refleja bien el sentido de lo que expresó Paz Soldán en la pág. 183 de su op. cit.)

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