Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

HISTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 113 reparos por falta de subordinacion ó por flojedad de ánimo. Así pues ha– bía empleado los últimos meses del año anterior en organizar su ejército, en proveerse de toda clase de pertrechos de guerra i en proporcionarse acé– milas para principiar aquella importante operacion. El general La Serna babia recibido al llegar al Perú iguale impre– siones que el general Morillo en Costafirme: acostumbrados ambos del mis– mo modo que sus oficiales á la táctica europea i á la brillante disciplina i elegante porte de las tropas que habian combatido con el primer gue– rrero del siglo, no miraron al principio á las del pais con todo el aprecio á que eran acreedoras. Habiendo llevado tambien al Nuevo Mundo una mal calculada prevencion contra las guerrillas ó cuerpos francos, igual i.. la que los de línea habian manifestado contra las partidas de España, en las que no querian reconocer un verdadero mérito militar por mas ser– vicios que hubieran prestado á la conservacion de la legítima dinastía, i á la independencia de la N acion, trataron de hacer varias reformas, que fueron poco favorables por entonces á la causa real. No es mi ánimo acri– minar las operaciones de estos gefes i oficiales, por que tal vez habrian obrado del mismo modo cuantos militares de lustre hubieran pasado de de la Península á América en aquella época. Los soldados peruanos eran desaseados en su trage, tenían groseras cos– tumbres, poca elegancia en su porte, una tosca educacion, i finalmente un modo de servir enteramente diverso del de los europeos. Eran seguidos por enjambres de mugeres, propias ó agenas, que dedicadas á buscarle la co– mida i á tenerla preparada, precediéndoles á este objeto en us marchas) i fomentando en ellos su intemperancia, presentaban á primera vi ta una masa informe i ridícula con solo el nombre de ejército i todo 1 aparat Je una pohlacion ambulante ( 1). Su modestia natural con todos lo · ca– ractéres de timidez aparente, la palidez de sus semblantes i su olor mo– reno, accidentes propios del clima i de la interpolacion de casta forma– ban un contraste demasiado visible con el brio, al gria i franqu za de 1 s soldados europeos: los del pais podían consid rars como un t soro n bru– to; i los recien llegados de España como una joya bruñida i pulim ntada con tanto esmero que dificilm nte s p dia cons rvar su brillo. Dicho general La S rna ll gó á compl tar d stos i d ma lecto de los habitantes del pais una division r sp tabl di ·jgº da or lentes oficiales; mas el pomposo aparato de los urop os i u nu va tá tica no bastaban para hacer la guerra en Améri a. S n si taban pu soldados acostumbrados á aqu l clima i qu arti ularm nt al enemigo qu~ iban á combatir, su caráct r , a tu- cias i sus ardides. Mu· pronto s des ngañar d u (1) Varia veces intentaron Jos gefes r eaUstas introducir una r orma de cos– tumbres; pero hubjeron de renunciar á ella aJ ver los malos ef e os que producia.

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