Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
130 MARIANO TORRENTE premió tan importante servicio concediéndole el grado de teniente coronel , i treinta pesos mensuales á dos de sus sob rinos, f ue con siderada como una gran ventaja para el partido realista , que halló en estos guerreros uno firmes apoyos en vez de obstinados enemigos. Las acciones que acabamos de referir n o son por cierto de aquella clase distinguida que dé una sólida gloria i n ombradía á los sujetos que tuvieron parte en ellas; pero como f u eron las ú nicas que recuerda la his– toria de este año, si se esceptúan otras escaramuzas ligeras ó choques par– ciales de poca consideracion, son otros tantos testimonios de los progresos que hahia hecho la opinion a favor de los reales der echos , i de que la autoridad del Soberano español era r espetada gen eralmente, menos por un puñado de bandidos, que tomando l a voz de independencia para encu– brir sus maldades, se entregaban á todo género de escesos, i sublevaban al– gunos pueblos con el afan del botin. El Alto Perú parecia pues sólidamente asegurado; el ejército por– teño situado en el Tucuman llegaba escasamente á 2300 hombres ; la ca– pital de Buenos-Aires no podia enviar nuevos refuerzos; las tropas de Sao Martin, aunque acababan de vencer al brigadier Osorio en el Maipu, pro– yectaban otras empresas, i de ningun m odo p odia esperarse que volviese á pasar los Andes. Los grandes cuidados del virei P ezuela desde que tuvo noticia de la citada batalla del Maipu se dirigieron á cubrir la dilatada ~osta de su vireinato, i á poner la capital del Perú en estado de recha· zar gloriosamente toda invasion hostil de parte de las orgullosas tropas del caudillo San Martin. Creciendo en este la amhicion á medida de sus triun– fos , trataba de llevar el peso de la guerra á dicho vireinato de Lima: la marina que con este motivo estaba formando era un anuncio seguro de sus atrevidos planes. El virei Pezuela, que llegó á penetrar sus designios, desplegó la mayor actividad para frustrarlos: sus desvelos en aumen tar las fuerzas te· rrestres i navales hacian honor á su celo é inteligencia. Creyendo que la ciudad de Arequipa sería por su centralidad un escelente punto para or– ganizar un ejército de reserva que pudiese acudir con prontitud á donde lo exigiese la necesidad, nombró al brigadier Ricafort p ar a que se encar– gase de tan importante comision. Habiendo oficiado en su consecu encia al general La Serna para que pusiera á la disposicion de este gefe el regi– miento de Estremadura i el escuadron de dragones de la Union, como base del proyectado ejército, halló una tenaz oposicion fundada en la mayor conveniencia que ofrecia la provincia de Puno para su formacion. Las instancias del citado La Serna i de otros m u ch os celosos realis· tas, que reconociendo en los habitantes de Arequipa menos firmeza de fibra i mayor aficion á aquella clase de placeres que enervan el ánimo, .aconsejaban que se diese la preferencia á un país montuoso, cuyos babi~ tantes exentos de los vicios que son tan comunes a los que se han criado
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