Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
148 MARIANO TORRENTE presentaba mas idea que la de morir con las armas en la mano antes que le fuera arrancada su autori dad por los rebeldes. El conocimiento de los peligros que le r odeaban, era su mejor ausiliar para precaverlos. Principió por animar con elocu en tes proclamas á las tropas i á los pueblos ; situó aquellas en los puntos que creyó de mas utilidad i conveniencia para con– tener los embates subversivos ; dió á todos los gefes las instrucciones mas urgentes i activas con presencia de cuan tos lances pudiese ofrecer la próxima guerra : puso en el m ejor estado de respeto i de defensa la capital cuya conservacion cr eyó desde el principio absolutamente necesaria para que no decayese el p restigio real en aquellas dilatadas regiones; levantó fondos para subvenir á los gastos estraordinarios, escitó el celo de todas las corporaciones, i adoptó finalmente cuan tas medidas de precaucion le sugirió su acendrada lealtad . Entr e las m as oportunas p r ovidencias dictadas para la mejor defensa del vireinato, se contó la de formar en Piura una division volante de 1500 hombres, que tuviese por objeto cubrir la costa del Norte i ausiliar á Guayaquil en caso de ser invadido por los chilen os. Se dieron asimismo las ordenes para que las fragatas Venganza i Esm er alda saliesen á dejar en Paita un cuadro de oficiales, sar gentos i cabos, armamento, municiones i 50.000 pesos para dicha division de Piura , i d e que sin detencion pasasen á la boca de la ria de Guayaquil á obligar al com an dante de la Prueba á cumplir las reiteradas órdenes que se le habian comunicado de salir con su fragata de aquel punto peligroso, en el que no p odia por sí sola prestar servicios de importancia. Se mandó asimismo que los batallones de Gerona i Centro que com– ponian parte del cuerpo ausiliar int ermedio en tre Arequipa i el ejército del Alto Perú, vinieran á marchas forzadas sobre la capital; pero de resultas de una junta de guerra celebrada en 22 de marzo, á la que asistieron los generales La Serna, La Mar, Llano i Vacaro con presencia de las noticias recibidas sobre las discordias en que estaban envu eltas las provincias del Rio de la Plata, se acordó que se descuartelase la tropa miliciana de Lima que había sido puesta sobre las armas, que se suspen diera la formacion de la division de Piura, que el batallon de granaderos pasara á Guayaquil que el de Gerona regresera al ejército i el del centro á Arequipa. Parece que en esta medida de reforma tuvo una par te esencial la penuria de fondos en que se hallaba el virei, i l a creencia que prevalecia ácia este tiempo de que los insurjentes de Chile estaban demasiado em– barazados con la anarquía de sus vecinos para que pudiesen acometer una empresa tan arriesgada, cual era la invasion del Perú. N o sabia con efecto el señor Pezuela de que medios valerse para cubrir las inmensas atencion es que le rodeaban por todas partes. El consulado, el comercio i varios pudien- 1 es habian hecho cuantiosos desembolsos, i ya no era f ácil hallar en ellos
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