Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
170 MARIANO TORRENTE Apenas llegó Espartero á este pueblo, cuando el sombrio carácter de sus habitantes la taciturnidad i reserva de las mismas autoridades i el recelo, la desconfianza i el desaliento que estaban pintados en todos los semblantes, le anunciaron la proximidad de algun grave mal, que atribuyó al principio á la predominante idea del triunfo de las tropas espedicio– narias . Vueltos los conjurados de su primer estupor i sobrecogimiento i se dedicaron con el mayor teson á pervertir el espíritu de aquel bizarro cuerpo: el sargento primero de granaderos, que finjió entrar en sus cri– minales proyectos, i que con la divisa de conjurado asistió á las juntas celebradas en los primeros dias de diciembre, en las que se había resuelto activar la esplosion, comunicó á su coronel el horroroso plan, reducido á que el capitan de la quinta compañía hahia de dar principio á la rebelion ase– sinándole con sus propias manos, en cuya consecuencia tomarían las ar– mas los seducidos, con el apoyo de los caudillos Chinchilla, Lanza, Orihuela i otro , i con la cooperacion de las mismas autoridades i del pueblo, im– pondrian un silencio de muerte á los leales que no quisiesen uscribir á aquella felonía. Disimulando Espartero la angustia de su ánimo al verse tan pró– ximo á la orilla del precipicio, llamó astutamente á su casa á la mayor parte de sus oficiales con el pretesto de pasar alegremente algunas horas de la noche i celebrar el feliz término de su penosa marcha. Verificada esta reunion sin que nadie pudiera concebir la menor alarma, reinó entre todos los convidados la mayor alegría i contento hasta los once en que trataron algunos de retirarse; pero cerrando el gefe la puerta i cambiando de repente de lenguage dejó á todos sorprendidos con la revelacion de la próxima catástrofe. Todos juraron derramar su sangre por sostener la au– toridad Real i á su digno comandante: uno de los oficiales, que fue el único de aquella junta que estuviera iniciado en la conjuracion hizo igua– les protestas, pero nacidas del imperio de las circunstancias. Discutido el modo de paralizar aquel perverso designio e acordó arres tar en la misma noche á todos los reos principales i de hacer un ej emplar i ejecutivo escarmiento sobre ellos. Dirigiéndose todos en dere– chura al cuartel , cerraron las puertas con el mayor silencio, i formada la trop a fue arengada por su gefe con toda la elocuencia de que es capaz un entu siasmado militar. Habiendo tenido la satisfaccion d ..., ofr por unani– mídad el empeño de vengar tamaños ultrages, salieron al momento dife– rentes partidas man dadas por sus oficiales á hacer los arrestos convenidos como lo verificaron menos en la persona de Mendozaval, que babia salido en aquella m isma noch e á combinar sus planes de infidencia con los caudillos. Se ejecu tó esta operacion con tanto sigilo, que nadie tu o conoci– miento de ella, sino las familias en cuyas casas se habian verificado las prisiones. El pueblo sorprendido se hallaba en la mayor inquietud cuando
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