Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

172 MARIANO TORRENTE Los mas exaltados realistas censuraban agriamente las operaciones del virei: pretendian que San Martin habría podido ser derrotado com– pletamente en Pisco si de Lima hubiera salido una division proximamente igual á la que desembarcó el caudillo insurjente, lo que añadian se hu– biera podido practicar dejando todavia 3000 hombres para las guarnicio– nes de dicha capital i del Callao. Igual operacion sostenían que pudo ha– berse hecho por el general del Alto Perú, que se hallaba entonces á la cabeza de 6 á 7 .000 hombres de tropas escogidas, ó á lo menos haber enviado á marchas forzadas la mitad de estas para operar en comhinacion con las de Lima, i que este habria sido el único medio de evitar el estravío de la opinion i la formacion de tantas conspiraciones. Este argumento parece convincente á primera vista; pero si se con– sidera la posicion del vireinato de Lima, que forma una faja de mas de 18 grados de lat. desde Guayaquil hasta el río Loa, la que por sus mu– chas tortuosidades i asperezas se considera como una distancia de 600 le– guas, e \-endrá en conocimiento de que no dominando la mar se ofrecen dificultades casi insuperables para dirigir oportunamente las operaciones militares sobre aquellas costas. Este fue el origen de los triunfos de San Martin, i lo que mas ejercitó en lo sucesivo el sufrimiento i constancia de los ejércitos realistas aun en el momento de sus victorias. Esta fue asimismo la causa de la indecision del virei Pezuela en dirigir sus tropas contra el citado San Martín, temeroso de que éste em– barcase las suyas de repente, i fuese á caer por sorpresa sobre la capital, antes que las columnas ambulantes pudiesen acudir á su socorro. Pezuela creyó con la mas sana intencion que perdida la capital se perdia el reino: sabia que en ella habían sido plantadas las semillas de la insurreccion, i temia que si se ausentaba para operar con el resto del ejército, sucum– biera facilmente á las fuerzas de San Martin combinadas con los impulsos de los descontentos, aunque en ella quedara una guarnicion respetable. Hé aqui los justificados motivos de no haber atacado á los espedicionarios, quienes en el entretanto engrosaban su partido i acababan de pervertir el espíritu público. Sugetos respetables, llevados del mejor celo, i otros por malignidad aconsejaban á dicho virei la necesidad de no alterar su sistema; los había asimismo que opinaban que el dominio español no podía conservarse sino retirándose á las provincias interiores de la sierra, dejando al engreído enemigo todo el dominio de la costa del N. Bien es cierto que el abandono de la capital debia considerarse como un duro sacrificio, que había de envolver la ruina de infinitas familias comprometidas por la causa del Rei. Tampoco se ocultaba aun á los mismos que proponían este espediente como el único capaz de salvar la nave del Estado, que sus primeros resul– tados hahian de ser el descrédito del partido realista, el insoportables or– gullo de los disidentes, la formacion de un gobierno central que pudiera

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