Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

176 MARIANO TORRENTE un pequeño refuerzo. Surtió tan buen efecto la espresi a é insinuante elo– cuencia de aquel aventurero, que le fueron confiados 250 hombres á las órdenes del mayor Beauchef, á pesar de estar al frente de Concepcion un terrible enemigo cual era Benavides. Embarcada esta fuerza en la citada fragata O Higgins, en la goleta Moctezuma i en el bergantín de guerra el Intrépido, se hizo á la vela en 25 del espresado me de enero. Al pasar la O'Higgins por enfrente de la isla Quiriquina, tocó en la punta saliente de una roca por descuido del encargado de la guardia: la tripulacion e alarmó terriblemente con este inesperado contraste; pero la destreza i serenidad de Lord Cochrane, la sacó bien pronto de aquel peligro. Ocupado este hábil marino en su gran proyecto de apoderarse de la plaza de V aldivia, no se detuvo á practicar los reconocimientos nece– sarios en aquella fragata, la que al anochecer del día 26 tenia cinco pie de agua en la bodega, i dos horas despues se hahia aumentado hasta siete. Se hallaba ya inundado el almacen de pólvora; el peligro crecía rápida· mente, i en el semblante de todos se veian pintados el terror i la confusion : cuando poniéndose el mismo Lord el primero al trabajo, consiguió habi– litar dos bombas en poco tiempo, i salvar por este m~dio aquel buque de la amenazada ruina. Era el dia 2 de febrero cuando llegaron á la latitud de Valdivia reunidas todas las embarcaciones de aquella escuadrilla. Cuando ya e ha· liaban á treinta millas de tierra, fueron trasportadas todas las tropas á bordo de la goleta i del bergantin, cuyos dos barcos hicieron fuerza de vela para llegar al puerto con la esperanza de sorprender á los realista ~ pero la escasez del viento les impidió hacer el desembarco en aquella noche. Una cadena de fuertes, que cruzando sus fuegos en dfreccione en– contradas, defendian la entrada del citado puerto, ofrecian obstáculos al parecer insuperables á la corta fuerza que trataba de apoderarse de ellos: eran sus nombres el Niebla. el Amargos, el Corral Chorocomayo San Cárlos, el Inglés, el Mancera, el Piojo i el Carbonero; estaban superabun– dantemente artillados, i cada uno tenia un foso profundo i u muralla de piedra que no podia verse ni batirse desde al mar, escepto el Ingles que la formaba una estacada. Las tropas regladas que los guarnecían no bajaban de 800 hombres. Rabia ademas un número próximamente igual de milicianos, cuya mayor parte se hallaba entonces en Oso1·no á treinta leguas de distancia en direccion del estrecho de Magallanes, i lo dema, en la ciudad de Valdivia, situada á catorce millas de la mbocadura del rio. La aspereza del terreno, la espesura de la maleza, la falta d camino i la sola habilitacion de sendas al alcance de los fuegos de dichos castillo aumentaban su fuerza; mas todos estos elementos de vigor i r i tencia fueron instrumentos inútiles en las manos de aquella · tropa . Habiendo

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