Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

184 MARIANO TORRENTE tu ia mo. Era preciso sin embargo arriesgar una accion general, con cuya mira se habia formado un campo respetable en Aznapuquio, distante una legua de la capital. El general insurjente San Martin se había adelantado ha ta Retes, cuya posicion debia favorecer la empresa de los realistas, i se creia por lo tanto improrrogable el momento de empeñar e ambo ejércitos. Las avanzadas de los insurjentes estendieron su reconocimiento hasta cerca del Tambo ( 1) de Copacabana i travaron algun tiroteo con la gran guardia que habia salido de dicho Tambo, la que se retiró al campamento por ignorar la calidad i el número de dichas tropas, á las que no pudo descubrir á causa de la espesura de la niebla, dando aviso al mismo tiempo oe aquel suceso á los puestos realistas situados en ambas orillas del río Chillon, para que aumentasen su vigilancia. Alarmado el ejército de Az– napuquio con aquella noticia, se presentó el coronel Ceballos al general Canterac, para que se destinára al reconocimiento del campo enemigo; i mereciendo dicho gefe la mayor confianza por su biLarria i decision e le entregaron 50 caballos, con los que vadeó el citado rio Chillon, i 1;iguió el mismo rumbo por el que se habian presentado los enemigos. Disipada á este tiempo la densa niebla que ocultaba los objeto divisó unos 60 caballos que se retiraban á media legua de distancia· i habiendo continuado su marcha hasta la pampa de Ancon, cerca del Tam– bo, hubo de hacer alto á la vista de los buques fondeados en dicho puerto i de los nuevos refuerzos que recibieron los rebeldes. Mientra que la tropas del Rei sostenían un corto tiroteo, se dedicó Ceballos á reconocer prolijamente aquellos puntos, i cuando ya se creyó suficientemente infor– mado de cuanto pudiera interesar para ulteriores operaciones del ejército, e retiró con el mayor órden, estableciendo una gran guarc:lia en las inme– diaciones del bosque de Copacabana. Se hallaba ya mui cerca del cam– pamento, cuando encontró al general Canterac, que con una gru a columna de caballería se dirigía en su ausilio creyéndolo empeñado n algun arriesgado combate. En vista de los informes que dió el referido Ceballos obre el núm ro de velas fondeadas en Ancon, se prestó mas ascenso á la voces que co– rrian vagamente de la aproximacion de San Martin a probar la suerte de la armas. Eran varias las opiniones de los gefes españoles con respecto á los designios de aquel caudillo. Si hahia reembarcado u ej ,r ito decían algunos, i segun apariencias, quería saltar á tierra n el arenoso d i rto de Ancon, debia presumirse que su intento no podía er otxo ino el d situarlo en el mas fértil suelo, defendido por los realistas. La suerte de Lima dependía del éxito de esta empresa. La posicion de dichos reali ta era bastante apurada: si perdían una accion general, serian tal vez irr - parables sus efectos á pesar de su heroí mo; si la ganaban m joraba r- (1) Tambo en el Perú es el nombre que se da á los mesones ó po adas.

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