Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
2 MARIANO TORRENTE do la exasperacion de los ánimos ha llegado á un grado de desenfreno, el menor incidente abre hondos abismos en que se sepulta el bien estar de los pueblos, i aun de reinos enter os, por no haber virtudes que h aciendo callar los estímulos del ignohle resentimiento, sacrifiquen á las aras de la justicia ó de la conveniencia pública los dictados de privadas pasiones. Hahia llegado á esta sazon el brigadier Goyeneche con el mismo oh· jeto que le habia conducido á Buenos-Aires, que era el de hacer r econo– cer la autoridad suprema de la junta central de Sevilla, i de avivar en los habitantes del P erú los sentimientos de fidelidad al Soberan o i de u nion á la metrópoli. La audiencia se habia manifestado indecisa i aun renitente en reconocer al enviar.lo, j asimismo en respetar el objeto de c:;u mision sin mas razon aparente que e] empeño de Pizarro en sosten er á Goyeneche, i la desconfianza de sus poderes. Estos dos gefes estaban p ar a apelar al estremado recurso de una oposicion armada contra lac; p retensiones de la audiencia, cuando se presentó el arzobispo á templar los ánimos con su apostólica mediacion. Sin embargo de esta conciliacion esterior comenzaron los desconten – tos á minar sordamente la opinion bien cimentada d el señor Goyeneche, atribuyéndole ocultas miras de entregar aquellos paises á la Ser enísima Se– ñora Infanta doña Carlota Joaquina de Borbon, á cuya augusta P rin cesa se la ultrajaba con solo recelar de que fuera capaz de mostrar otra clase de ambicion que la mui noble d.e salvar aquellos dominios para entregar– los á su legítimo Soberano, cuando hubiese vuelto de su cautiverio. La audiencia, que habia jurado un odio irreconciliable al presi– dente, se valió de las alarmantes voces que hahian empezado á cundir en el pueblo para deponer á dicho gefe. Con la idea de h acerlo mas odioso, esparció la voz, de que trataba de prender, i aun de decapitar secretamente algunos vecinos i empleados que no eran de su partido. Dificil es el atinar las verdader as causas d el motin que se su citó con este pretesto en 25 de mayo . Los oidores que debieran haber sido el baluarte principal de la obediencia á la autoridad del Rei, i que no podian ignorar las :fatales consecuencias que hahia de producir la relajacion del freno de las leyes i el movimiento de la fuerza popular parece que fueron los primerQs que se p ronunciaron por la suhversion. Reunidos en una casa particular, al tiempo que la furiosa plebe introduc·a el desórden i l a anar– quía, amenazando á la vida del general Pizarro, tomaron el partido de es– trechar á aquel benemérito gefe á su renuncia i á la entrega de las armas i artillería: uno de ellos pasó á apoderarse de esta última, otro á situarla en la plaza violentando el almacen de pólvora, i otro á intimar de un mo– do airado á dicho presidente la ahdicacion de su autoridad. Se dió sol tura á los presos, i lejos de contener á la desenfrenada multitud en la carrera de sus escesos, se la dió rienda su elta i una ilimitada libertad. Apoyados los facciosos esencialmente en la audiencia, como la única áncora de sn
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