Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
HISTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 229 Despues que el general Canterac hubo recorrido con su caballería todos los alrededores de lea para coger los últimos frutos de la victoria que acababa de coronar sus nobles esfuerzos, hizo su entrada triunfa] en esta ciudad al amanecer del 7 en medio de las aclamaciones de un pueblo cansado de la opresion que sobre él habían ejercido los rebeldes. Igual acogida tuvo en Pisco el coronel Loriga, dedicándose á recoger el consi– derable armamento, municiones i pertrechos de guerra que el enemigo babia abandonado en su desordenada fuga ( 1 ) . Lleno el general Canterac del entusiasmo que debia inspirarle la victoria despues de haber recorrido aquellos campos empapados en san– gre de los rebelde ; cargado de trofeos, acompañado por mas de 1.000 pri– sioneros que fue incorporando gradualmente á sus filas, i provisto de 3.000 fusiles , que era el artículo de que mas e caseaba para poner en actividad á sus nuE>vo reclutas, determinó regresar á la sierra, dejando de guar– nicion en el espresado punto de lea al brigadier Carratalá con una fuerza que si bien no era numerosa , parecia suficiente para consolidar el orden en la costa, i mantener espedita la comunicacion con el cuartel general i con Arequipa. La citada victoria de lea conseguida con fuerzos mui inferiores compuestas en gran parte de gente bisoña, elevó al mas alto grado el distinguido mérito del general en gefe i de sus valientes tropas. E verdad que aun de pues de ella quedaron los rebeldes de Lima en actitud impo– nente, por cuya razon afectaron mirar este revés con la mayor indiferencia· pero considerado con relacion á las circunstancias del momento bien puede atribuirse á dicho contraste el resultado de sus desgracia uce i a . Lo realistas necesitaban adquirir algun prestigio para borrar de los pue· blos las primeras impresiones recibidas acerca de lo irresistible que se pre· sentaba el torrente de la independencia; dicha batalla se los proporcionó: carecian de arma para us reclutas; las hallaron en los campos de lea: conv nía hacer ver al enemigo que el valor de los españoles no babia perdido el menor quilate por la mala suerte de u arma en 1 añ o 1820 n la mayor parte de 1821; Tristán recibió una leccion práctica de ta 'erdad: onvenia a imismo que los peruanos incorporados á la fila de lo reali tas tuvieran confianza en la causa que defendian · no dudaron d llo de de que ieron la facilidad con que babia ido d truida la r e– ferida e pedicion. Bi n pu de pue asegurarse que e ta ictoria fu ( 1) La prueba ma po íti de r un n cio alucinamiento la de ision que e no taba n lo pueblos á fa or d lo in urjentes antes de conocer i de esperi– mentar Jo f to de u admi ni tra ion, e halló bien pronto en su a ersion, declarada abiertamen te a aquello mi mo , u a pr encía había ido tan de- eada, i n el empeño on que ali itaron el apoyo de los realista . A i es, qu el partido de dicho in urj nte era mayor n los itios á los que no h bia alcanzado toda ia su influjo per onal.
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