Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
HISTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 231 se hacia sensible para el desempeño de ótras operaciones de cálculo i com– binacion. La audacia de este caudillo competía con su terquedad ; su fa– natismo revolucionario conmovía la poblaciones; su sola pr encía impo– nía á los indios· repetidas veces había sido deshecho i otras tantas había vuelto á la palestra con nuevas fuerzas i con doble ardor. Convenía, pues no perdonar medio alguno para dar este golpe decisivo: se fijaron bien pronto las miras del virei en el esforzado Valdés, quien fue llamado al Cuzco pa1·a comunicarle verbalmente las instrucciones que debían guiarle en aquella espedicion. Despues de haber recibido dicha instrucciones salió Valdés en posta para la Paz, á cuya ciudad llegó tan oportunamente que tal ez sin su pronta aparicion habría sucumbido al citado caudillo Lanza que se h a– llaba á solas tres leguas de distancia. Empleando aquel gefe en esta oca– sion su acostumbrada actividad , calmó la inquietud de u habitant dió nuevo vigor á las pocas tropas que guarnecían aquel pueblo, hizo qu saliesen otras de Oruro i Cochaba:mba para llamar la atencion del enemigo por varios puntos, i se dedicó él mismo á perseguirle por ]o quebradí– simos i escabrosos terreno de lo valles en donde logró derrotar comple– tamente aquellas gavillas, apoderándo e de la uruca do pieza d arti– llería que llevaban, de la mayor parte de sus armas i de todas u muni– ciones. Un gran número de muertos i prisioneros, é inmensas partida de ganado coronaron el triunfo de aquella jornada; el despechado Lanza con 6 ú 8 de los ma adictos huyó á ocultar u vergüerza entre lo indio infieles. Seguía en el enu·etanto el atroz Monteagudo desempeñando su cruel ministerio marcado con la mas horribles manchas no c::olo ontra lo d graciado que eran tenido por partidario de lo r ali ta sino aun contra los mismo pacífico peruano que no participaban de la _alta– cion de u s ideas ó de la dureza de su temple. Su espíritu de persecucion se cebó encialmente sobre los europeos ha ta l punto de hah r e jactado con bárbaro placer en u mi mo manifie to de que 10.000 individuos que halló á u entrada en aquella capital habían quedado redu idos á 600 : todo lo demas habían sucumbido á su furor i enganza sufriendo algu– nos una muerte viol nta, pereciendo otros al rigor d agudas nf rmeda– des produ ·ida por la inquietud i el sobr alto, deportado Lro i fuga– dos los restantes. Por influjo de este mismo mon truo de la humanidad publi ó n 24 de abril un f roz decreto imponiendo p na de de tierro i confi - acion á lo spañoles que se presentasen en la calle on apa i á lo qu fu s n hallados en conversacion particular en mayor núm ro qu l d do individuos; la de muerte contra los que se encontra n fu ra d su casas de pu s de pu sto el sol; i e ta misma pena, junta con la d con-
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