Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

232 MARIANO TORRENTE fiscacion, contra los que retuviesen cualquiera clase de armas escepto cu– chillos para el servicio de la mesa ( 1). Tal era el estado de los negocl.os en el Perú á fines de abril en que regresó Lord Cochrane de su espedicion á las Californias. No se veian mas que decretos conn·adictorios, infracciones de derechos, violacion de justicia, i como consiguientes resultados el descontento, la desunion i la anarquía. Todo el empeño de los gobernantes se dirigía á ocultar lo re– veses sufridos en lea, á cuyo efecto se habían encerrado en el Callao los débiles restos de su jactanciosa espedicion; pero esta misma misteriosa conducta hacia que se creyera el peligro mayor toda ía de lo que era en sí. El pueblo murmuraba i temia una próxima catástrofe; las tropa~ maldecían de sus nuevos gobernantes por que no se les cumplia ninguna de las promesas que se les habían hecho; habia de aparecido el oro i la plata, cuya falta creyó el gobierno que podría ser reemplazada por la emision de un papel moneda i por la acuñacion de algunos millones en cobre; cuya última providencia enagenó completamente los ánimo no olo por haberse dado á esta moneda un valor superior á su mérito sino porque nunca se babia visto en el país aquel signo tan miserable i súcio de la riqueza mineral, que la gente acomodada, especialmente las seño– ras, tenían á menos recibirlo en sus manos delicadas i lo miraban con asco i fastidio. Las contribuciones iban de día en aumento i su violenta exaccion agravaba el disgusto de los pueblos; aquel famoso regimiento de uman– cia, que creyendo llegar al apogeo de su felicidad i gloria babia abando– nado las banderas del Rei, se constituyó en completa insurreccion prote - tando que no saldría á campaña sino se le pagaban todo us atra o se le cumplían las promesas que se le habían hecho de olverlo :i Colombia tan pronto como se hubiera rendido Lima: uno de su capita · nes, llamado Doronsoro, entró en comunicaciones con Lord Cochrane so– licitando su admision en dichos buques para evacuar el territorio peruano: pero la escena mas horrible de desorden i desolacion e taba reservada para la noche del 4 de mayo. (1) Ni el bello se o se vió libre de su decreto de opresion: era costumbre entre las señoras salir á la calle medio tapadas, recogiendo con gracia su manto ácia un lado de la cara i dejando el otro ligeramente de cubierto, al parecer con el designio de dar pábulo á la ambicion femenil, dedicada siempre á llamar la atención, i á valer e de todos los medios para acrecentar la ansiedad de sus amante i de los curiosos petimetres. No dejaba de producir el efecto deseado esta moda caprichosa, que proporcionaba al mi mo tiempo escenas mui diver– tidas en las que mas de una vez habia ido de cubierta la infidelidad de lo maridos; fue por lo tanto un golpe mui sensible, especialmente para las de mayor tono, el duro mandato de de cubrir su s semblantes al pasar junto á los cuerpos de guardia, como si llevasen en ellos otras armas que las de sus ojos.

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