Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

256 MARIANO TORRENTE valiente Ferraz sin embargo fue desatendida á pesar de los nobles sen– timientos que la dictaban, porque no era prudente empeñar aquella arma cuando la infantería se hallaba tres leguas á retaguardia. Al romper la marcha el ejército español el 18 en Ayoayo, salió la mayor parte de la caballería con 800 infantes al mando de Valdés en persecucion del despavorido enemigo. No bien había andado aquel bi– zarro gefe una legua, cuando ya encontró pelotones de soldados rezagados, que pudiel'on evadirse de las filas apenas habia entrado la noche: siguiendo rapidamente en persecucion de unas tropas ya desmoralizada i destruida por sí mismas, se las hizo perder el poco órden que las restaba; i arro– jando por todas partes fusiles, municiones, pertrechos de guerra la im– prenta, que había sido el vehículo principal de sus embuste i patraña cuanto podía embarazarles la fuga, iban los realistas apro echándo e de aquellos despojos, i recogiendo los infinitos desertores i dispersos que e hallaban en todas direcciones. Conservaban los rebeldes todavia su artillería i parque a retaguar– dia, i era de la mayor importancia apoderarse de ella: confió Valdés e ta comision al capitan don Juan Martín con 75 caballos, quien derrotó com– pletamente en las cercanías de Viacha 200 lanceros enemigos sin que hu- bieran podido salvarse de la muerte sino el teniente coronel a aja que los mandaba i unos cuantos soldados, habiéndose debido en gran parte este feliz golpe de mano á la buena direccion que upo dar á los realistas el comisario de guerra don Francisco Martinez de Hoz. á beneficio de sus grandes conocimientos locales i de su celo. Aunque Martin no logró el principal objeto de su comision, no fue menos im– portante el resultado de su valor, por haber destruido la citada columna de caballería, con cuyos despojos regresó al ejército á recibir como premio de sus fatigas i de su lealtad la gratitud i admiracion de us digno compañeros de armas. Al ver el vergonzoso desconcierto de las tropas de Santa Cruz creyó el virei que todas habían de rendir la armas á di crecion obr el Desaguadero, esperando que serian ejecutadas fielment la instruccio– nes que había dado mui de antemano al comandante militar de Pu.no de apode1·arse del puente tan pronto como Santa Cruz lo hubiera abandonado i de cortarlo cuando llegase el caso de ser útil aquella medida. La falta de cumplimiento de esta órden tan importante alvó al enemigo d u ruina total. Olañeta fue enviado á este tiempo á la Paz con el armamento, pri– sioneros i demas despojos del ejército enemigo; el virei tra ladó el 20 su cuartel general á Tiahuanaco; La Hera pasó á situarse sobre el De a– guadero con 200 infantes i 60 caballos; i Ameller e dirigió por la de– recha con 4 OO hombres ácia el estrecho de Tiquina. El primero halló en 1a Paz un número considerable de enfermos i dispersos· La Hera hizo

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