Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
8 MARIANO TORRENTE fatigahle constancia en preparar e á dar un golpe decisivo que añadiera nue os timbres á las arma del Rei~ i restituyera la calma á aquella misma América, á la que él debía el ser. La posicion topográfica del punto en que ejercia su mando lo habia colocado á retaguardia de los dos gefes españoles aula Sanz, intendente de Potosí, i Nieto, presidente de Charcas, que debian ser los primeros diques á la invasion de las tropas de la república argentina. e hallaba ésta mui ufana con los primeros triunfos conseguidos so– bre el malogrado Liniers, i con la incorporacion á su partido de las provin– cias de Tucuman i Salta; i por lo tanto se figuró que las cuatro prin– cipales del alto Perú, Potosí, La Plata, Cochabamba i La Paz, sucumbi– rian fácilmente al ponzoñoso cebo de las doctrinas re olucionarias, i que las tropas republicanas recorrerian con mui poco tropiezo aquellos inmenso espacios plantando en la ciudad de Lima el ominoso árbol de la libertad. Crecia su confianza al considerar la fermentacion que reinaba en dichas provincias del alto Perú, i la corrupcion de las mejores tropas que mandaba el presiden e Nieto, pues que, compuestas en gran parte de los cuerpos voluntarios de arribeños i patricios de Buenos-Aires, habian mos– trado una decidida adhesion al sistema de su rebelde capital, por cuya ra– zon se había visto precisado Nieto á desarmarlas. El gobernador de Potosí, como el mas próximo al peligro, aceleró la marcha de 600 provinciales al mando del coronel don Indalecio Gonza– lez de Socasa, militar esforzado í decidido, sagaz, virtuoso é inteligente, pero poco práctico en los lances de la guerra. Púsose en marcha esta divi– sion con dos piezas volantes i con suficientes municiones, para sitmn'se en Chichas, cuyos mozos debían haber aumentado sus filas en mayol' número de 200, que fueron los que únicament~ se alistaron en aquellas banderas, si el subdelegado interino doctor Agrelo no hubiera e tado endido á lo argentinos. El 2 de setiembre enn·ó don Indalecio en Tupiza, capital de dicho partido de Chichas, i á los pocos dias se le reunió el mayor general don Jo– sé Córdova, con un corto número de marinos i provinciales. ué don Inda– lecio infatigable en la organizacion de su pequeño ejér ito, i en la instruc– c· on de los nuevos recluta que habia sacado del país. Un pliego interc pta– do, que el cabildo de Cochaham.ba dirigía al rebelde general Ocampo, anun– ciaba claramente la disposicion de aqu lla pro inc·a á sublevar e contra el Rei, como lo verüicó mui pronto. Los gefes Nieto i Paula Sanz se veian animados de los mas nobles sen– timientos de honor i virtud; pero les faltaba la entereza, el vigor i la ener– gía que se requiere para gobernar los pueblos en tiempo de discordias civi– l es. No creyendo que la relajacion Je costumbres fuese tan comun en aque– llos paises, se empeñaron en calmar las agitaciones públicas con la impuni– dad i la clemencia, procurando confundir á los mismos reos con el lleno
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