Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
266 MARIANO TORRENTE desde el año 1821, que damos por concluida ya nuestra tarea con res– pecto á aquel punto en el capítulo del año 1820, en el que hemos redac– tado cuanto puede empeñar la atencion pública: desde aquella época no se ha visto mas que la porfiada guerra con el Brasil terminada en 1828, acalorados debates entre los gobernantes, interminables discordias, disgusto general i anarquía. Se ven repetidas en este desgraciado país casi todos los meses las tiránicas escenas de las antiguas legiones pretorianas, dando el imperio ó el mando al mayor postor ó al que sabe grangearse mejor la gracia de la desordenada soldadesca. Desde que se restableció en España la malhadada constitucion de Cácliz, se observó en los principales directores de este sistema un empeño indirecto por la emancipacion de aquellos dominios, ó á lo menos una in– diferencia absoluta sobre su suerte. Al ver algunos una conducta tan es– traña llegaron á pensar que tal vez el vacilante estado del nuevo sistema les impedía á mendigar la amistad de los americanos con menoscabo i detrimento de los intereses de la madre Patria, á fin de proporcionarse un ventajoso asilo si la mal calculada aplicacíon de sus nuevas institu– ciones i su impopularidad los derribaban de su encumbrado puesto. No bien escarmentados todavia con los malos efectos producidos por la intempestiva alocucíon del congreso de regencia del mes de febrero de 1810, la que lejos de cautivar el ánimo i voluntad de los revoltosos criollos, en desagravio de cuyas infundadas quejas se deprimió injustamente la au– toridad de los vineyes i gefes realistas, les prestó todos los medios de alzarse con los esterminadores rayos de la rebeldía i ambicion, encubiertos bajo la sancion real; no bien desengañados los corifeos de aquel yerro po– lítico tan trascendental i funesto ( 1), ó tal vez olvidados de aquella amarga leccion, resolvieron entrar en negociaciones con todos los estados revolucionados de América. Despues de varios debates en las córtes, en las que se notó que preponderaba el partido americano, al que nuestros diputados península~ res prestaban una ciega deferencia con el bien conocido designio de asegu 4 i·arse de sus votos para que fueran aprobadas las proposiciones que lison· jeaban mas sus intereses, su ambicion ó sus caprichos, se dieron varios decretos en 13 de febrero i en 28 de junio de 1822 sobre el nombramiento de comisionados para dichos dominios de Ultramar. Don Juan Ramon Osés, magistrado honorario del supremo tribunal de justicia i don San- (1) Estamos bien di tantes de cr er que lo individuos que formaban el consejo de regencia de aquella época hubieran sido capaces de causar á ciencia cierta el menor perjuicio á los verdaderos intere es de la Monarquía e pañola: no fue, pues, su error efecto de malicia 6 de falta de probidad i de virtudes, i si de equivo– cacion de cálculo en atribuir á los di identes americanos sublimes virtudes, i elevación de sentimientos que han estado bien di tantes de su conducta.
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