Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

w MARIANO TORRENTE Conociendo Ramirez la urgente necesidad de parar los progresos de aquella revolucion, é ignorando los intrigantes manejos i comunicaciones de los paceños con los cochabamhinos apuraba á aquel cabildo para que le franquease refuerzos i ausilios de que tanto necesitaba; pero desengañado finalmente de que no podia contar sino con sus propios recursos, destacó al coronel don Fermin Pierola para que con 450 infantes escojidos i 150 dragones de Tinta se avanzase hasta Sicasica a fin de observar á los rebel– des, sin comprometerse en accion- alguna hasta que él pudiera reunirsele. Escediendo Pierola sus instrucciones, se avanzó cuatro leguas mas allá de los limites prefijados, i se situó en el llano ó pampa de Aroma, en donde fue sorprendido en 15 de noviembre, á causa de su poca precaucion, por unos 3.000 caballos i 500 infantes. Formada su línea con la mayor preci– pitacion, empezó á batirse destacando varias guerrillas; pero algunos tiros bien dirigidos de la artillería enemiga acobardaron su tropa, que la caba– llería in.eurgente acabó de envolver al favor de la ventaja del terreno, te– mándole su campamento i dispersándola completamente. A visado Ram.irez de aquella catástrofe por los pocos soldados, i por el mismo Pierola que pudieron salvarse de ella, tomó posicion á la falda del cerro de las Animas, remitió los fondos públicos i otros objetos de dificil con– servacion al pueblo del Desaguadero, i ofició al coronel don Domingo Tris– tán, gobernador de La Paz para que evacuase aquella ciudad, i se le reuniese con los efectos del parque, i con todo cuanto pudiera salvarse de la dilapi· dacion de los rebeldes; mas Tristan, que ya había principiado á aficio– narse á aquella ilegítima causa, acabó de decidirse por ella, tan pronto como supo la derrota de Aroma; i convoeada una junta general, se acordó el reconocimiento de la de Buenos-Aires i el envío de cuatro diputados pa· ra unirse con los cochabamhinos, de cuya apro:ximacion no dudaban en vis– ta de sus últimos triunfos. Empero, estos sediciosos, como gente colecticia i sin disciplina, se i-etiraron precipitadamente luego que hubieron saqueado el campo de Pierola i el pueblo de Sicasica, por temor de que el ejército Real hiciese algun movimiento contra ellos. A consecuencias de estos dcsasti·es se retiró el impávido Ramirez á Tiaguanaco para concertar allí nuevos planes que volviesen á las armas ~pañola~ aquel lustre i esplendor que siempre habían tenido, i cuyos mo– mentáneos contrastes se habían debido á inesperadas circuntancias que no había estado en su arbitrio calcular. Entretanto que las tropas del Rei recibian estos golpes en el centro del Alto Perú, se preparaban otros mayores ácia los confines, con las de Buenos-Aires. Dos eran los gefes insurgentes á quienes estaba confiada la es~ pedicion argentina que se dirijia contra el Alto Perú: uno era el general Ocampo, hombre absolutamente nulo para el mando, aunque de escelente carácter, i el otro su mayor Balcarce, el que si bien tenia alguna disposi– cion para dirigir aquella fuerza, se perdía todo el fruto de sus medianos co-

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