Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

HISTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 11 nocimientos con su misma arrogancia i presuncion, que le retraía de to– mar consejo alguno de sus oficiales. Reprendido amargamente el general Ocampo por un hermano suyo, sacerdote virtuoso, residente en Córdoba, llegó á arrepentirse de sus desvaríos, i estaba para abandonar una causa tan injusta i vergonzosa, cuando la desmesurada ambicion de su segundo le ofreció un plausible pretesto para demiti1· el mando, del que aquel fue in· vestido por el representante de la junta, doctor Castelli. Encargado ya Balcarce de aquella espedicion, salió de Jujui á me– diados de año, i llegó á Yavi sin mas contratiempo que la desercion de al· gunos soldados tucumanos, que criados bajo un temple benigno i delicio– so, no podian avenirse con la rigidez i esterilidad de los puntos á que e iban internando. Cuando Balcarce acuarteló su division en la hacienda del mar– ques del Valle de Tojo á últimos de setiembre, solo contaba con 800 plazas de todas armas. Este noble americano había sabido conservar una per– fecta neutralidad entre ambos partidos: se hallaba en buena armonía i co– rrespondencia con don Indalecio Gonzalez, i lo estuvo de mui buena fé con Balcarce, apenas se presentó en sus vastas posesion~. Unos i otros re– cibieron ausilios; pero fueron de mayor valor é importancia los que su– ministró á los insurgentes. Mas adelante se verá este sugeto poner en claro su infiel conducta á la causa del Rei. Informado el comandante español de que el enemigo iba á recibir un i·efuerzo de mas de 600 hombres, con los que compondría una fuerza de 1500, doblemente superior á la suya; puesto de acuerdo con su com– pañero Córdova, i despues de haber oído su cons jo de guerra determinó abandonar la posicion de Tupiza, cuyos estensos flancos no podian cu– brirse con menos de 4.000 soldados, i retirarse á Santiago de Cotagaita en donde podia hacer una defensa mui igoro a con la simple fuerza que mandaba. Habiendo enviado al campo enemigo á un capitan gallego que lo fue don Juan Gomez, para proponer algunos medios de zanjar sus res– pectivas pretensiones volvió dicho comisionado con la misma negath a que ya habia previsto el astuto GQnzalez; pero con el feliz resultado de haber ganado tiempo para emprender su retirada, i de arrojar la parle odio a de la agresion á los rebeldes buenos-aireños. Una terrible alarma suscitada en Tupiza pocas noches antes de aban· donar aquel pueblo hizo ver lo que podia perarse de unos oldados que aunque acuartelados en puntos distantes i di ersos e hallaron reunidos en poco minutos sin que faltase ninguno de llos. o era pues el soldado quien hacia desconfiar del buen éxito d las arma del Reí i í las desa– venencias que habian principiado ntre Córdo a i Gonzalez. Era el pri– mero altanero i pr untuoso· i ngreido con su propio mérito no eia en don Indalecio sino un gef ubalt rno adocenado é inesperto en el arte de la gu rra. Este por el contrario estaba lleno d modestia de moderacion i de tem·

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx