Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

328 MARIANO TORRENTE Rod.il i le hicieron acreedor, del mismo modo que á los individuos que sufrieron con tanta constancia estos horribles padecimientos, á los mayores elogios, no solo de su patria, sino de la Europa entera. Cuando se rindió esta plaza contaba con solos 400 defensores i aun éstos en tan lastimoso estado que con la mayor dificultad podian tenerse en pie: sus víveres alcanzaban escasamente para cuatro dias: la poblacion la componian unos pocos espectros, que aunque habian podido sobrevivir á aquella terrible catástrofe llevaban retratadas en su semblante todas la imágenes de la muerte. El cañon enemigo hizo considerables estragos; pero de ningun modo fueron comparables á los producidos por el escorbuto i por el hambre. Los enemigos regaron asimismo con su sangre las inme– diaciones del Callao; i su triunfo fue comprado con inmensos sacrificios i quebrantos. En el mismo dia de la capitulacion se embarcaron Rodil i los ofi– ciales que se hallaron en estado de verificarlo: otros que estaban á esta 5azon casi moribundos, i entre ellos el coronel don Isidro Alaix, recibieron generosos ausilios para su curacion i salieron sucesivamente para la península. Asi terminó este famoso sitio que admite pocos ejemplos de com– paracion, ya se considere la parte de decision de los defensores ó su fir– meza sufrimiento, constancia entereza, te on, valor i desprecio de la muerte. Desesperada defensa de Puerto Cabello en 1814, i la de San Fer– nando de Apure, i Angostura en 1817, son los únicos casos que pueden competir con el presente, si bien fueron inferiores en mérito é importancia. En medio de estos timbres i blasones debemos lamentar la pérdida de tanto fiel i e forzado realista que do quiera que se hallasen habian de er unos firmes sostenedores de los intereses de la madre patria. Sí algun defe to pues, notamos en el nuevo Leónidas, á cuya entereza i dire •. cion se debió la reproduccion de uno de los hechos que mas e aproximan á los de los tiempos heróicos de la antigüedad es el de haber hecho dema– siado por Ja gloria. Ap nas se supo en la península el fatal desenlace de la armas pañolas n Ayacucho; i luego que se hubo divulgado, aunque incierta– mente, la muerte del general Olañeta en Tumusla, trató el gobi r– no S. M. de enviar á las provincias del Alto Perú una per ona de pro– bidad, iustificacion i respeto con ámplias facultades para obrar d acuerd() con dicho Olañeta si todavía se hallaba á la cabeza de la tropa i caso de fallecimiento nombrar un gefe de acreditada opinion para man~ darlas, organizar todos los ramos de la administracion, i de plegar 1 ú l– timos recursos para sostener la autoridad Real en tanto que e pr paraban nuevos au:;;ilios que pudieran remediar las desgracias anteriore . Recayó tan honrosa eleccion en el fiel ameri ano doctor don Mariano de la Torre i Vera, que se hallaba accidentalmente n Madrid.

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