Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

332 MARIANO TORRENTE r epública á la del Perú: entra en la Paz sin la menor opos1c1on; se dirige rdininea contra él; ambos ejércitos se acechan; pero desconfiando el de Bolivia de u s propia fuerzas, abre negociaciones con el contrario, i fir– m an ambo gefe en 6 de julio los preliminares de la Paz en Piqui a, conviniéndo e en retirarse hasta que se hubiera convocado una nueva asamblea g neral para el l ? de agosto á fin de recibir la demi ion de ucre nombrar un gobierno provisional i revisar la constitucion. A su conse– c ncia abandon ó aquel pai el titulado gran mariscal de Ayacucho i pa– sando por el Callao sin que se le permitiese saltar á tierra siguió u iage p ara Guayaquil. Encrespados los negocios entre los colombianos i peruano se pu– blicó la gu erra en la capital de estos últimos en el dia 6 de ago to; se formó en Piura un campo de 7 .000 hombres, cuyo mando fue á tomar el mi mo p r esidente Lamar, con ánimo de romper las ho tilidades contra Boli ar . Se pasaron sin embargo algunos meses sin llegar á la mano hasta qu e depue to violentamente del mando el citado La Mar con grande esposicion de su vida por el general Gamarra, varió completamente el sis– tema de aquel gobierno; se abrieron nuevas negociaciones con la repú– blica de Colombia , i se ajustó por último la paz entre ambas; pero muí pronto se suscitaron nuevas discordias por Lafuente i por otros gefes pe– ruanos. qu ienes deben tener la misma suerte que los de otros paise , d l a América r evolucionada que es la de estar perpetuamente en lucha unos con otro , elevándose alternativamente al poder sobre su ruina r cíproca i llenando de luto i miseria los paises que han tenido la desgracia de separarse del paternal i legítimo gobierno de S. M. Llegan á tal e tremo los males de los peruanos que puede de ir ha vu lto ya á los primitivos tiempos, en el que no se conocía otro modo de ha er el comercio sino por cambios. Era mas fácil antiguamente hallar en ste pais un tejo de oro que en el dia un peso de plata; ni se crea que sta es una exageracion de nuestros sanos principios, es el resultado de n uestr a correspondencia con los mismos negociantes i capitanes de buque j ngleses i franceses que acaban de llegar de aquellas costas. ¿Ha ta cuando pueblos d e América habeis de sufrir un gobierno tan ominoso que os ha sumido en la m as espantosa mi.seria i desolacion?

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