Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

16 MARIANO TORRENTE les. Tan felices sucesos dulcificaron los amargos tragos que hahia recibido fo junta de Buenos-Aires con la abierta oposicion de los montevideanos, i con el descalabro que el general Belgrano habia sufrido en las orillas del rio Tehicuari en su espedicion para atraer á su partido, de grado ó por fuer– za la provincia del Paraguai. Engreidos los insurgentes con los triunfos -0b– tenidos en el Alto Perú, corrieron en tropel á ocupar los destinos de aque– llas provincias. Don Juan Martin Pueirredon, de gobernador de Córdoba pasó á tomar el mando de la presidencia de Charcas, relevándole su her– mano don Diego en el destino que dejaba . Don Fe iciano Chiclana pasó del gohie1·no de Salta á la intendencia de Potosí; i de este modo fueron distri– buyéndose los empleos con la mas ciega confianza. Un estraordinario procedente de Cochabamba, i conducido por no de los oficiales de Tinta; prisionero de la accion de Aroma, á su trán ºto por Tiaguanaco, dió parte á Ramirez de estos degraciados sucesos, i de los grandes progresos que iban haciendo los revolucionarios por medio de sus ocultos agentes, que hormigueaban por todas partes hasta en el mismo vi– reinato de Lima. En tal conflicto determinó el benemérito Ramii·ez reti– rarse al Desagüadero, i reunirse con la division del coronel Picoaga, que se hallaba en aquel punto aguardando el arribo i órdenes del general en gefe, Goyeneche: instruido éste de la desesperada situacion de los negocios del Alto Perú, vió por pública manifestacion que en su decision i celo por la causa del Reí. estaban cifradas todas las esperanzas de los buenos para neu– tralizar los tiros de la seduccion, i para sostener la sagrada causa, por la que babia jurado sacrificarse. Quedará suspensa por ahora la relacion histórica de estas provincias, hasta la época de 1811, en la que se continuará proclamando las sábias me· didas tomadas por el citado ilustre americano Goyeneche para restablece-r el honor de las armas de CastiUa. i encareciendo los preciosos laureles de que quedaron cubiertas sus sienes en aquella campaña.

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