Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
26 MARIANO TORRENTE que se estrellaban todos los esfuerzos contrarios. Se disputó el terreno con el mayor encai·nizamiento. Acosado el general llamirez por fuerzas mui superio1·es hacia heróicos esfuerzos para sostenerse. Ya á este tiempo se habia empeñado Goyeneche en el camino de Huaqui, en el que le esperaban los enemigos protegidos por una buena posi– cion, sobre la que habian colocado su artillería: habiéndose adelanta o hasta medio tiro de fusil, i observado que los fuegos contrarios llevaban una di– reccion mui ele ada, permaneció dos horas en aquel descubierto para ver si podia forzar las trincheras enemigas; mas fueron inútiles sus esfue.r· zos hasta que el mayor general Tristan tomó las alturas que flanqueaban al enemigo, i lo atacó desespe1·adamente al mismo tiempo que tres compa– ñías sueltas de la division principal avanzaban por el centro, i que el gene– ral en gefe con el resto de la tropa en columna entraba por la lengua de tierra de la izquierda. La caballería de los insurgentes salió á dar varias cargas; pero fue siempre arrollada. Viendo ya Balcarce la disputada posi– cion en poder de Tristan, i á la columna de Goyeneche, que formando un muro impenetrable iba á atacarle de frente, abandonó aquel punto con el mayor desorden, i fue perseguido hasta Huaqui, en cuyo pueblo entraron triunfantes las tropas del Rei. Ramirez por su parte se cubrió de gloria en los vigorosos ataques que sostuvo contra Viamont i Diaz Velez, á los que puso en desordenada fuga, tomándoles dos obuses, dos culebrinas, cuatro piezas de campaña i todas sus tiendas i campamento. Cayó en poder de las tropas realistas en esta ilustre jornada todo el cuartel gene1·al de Castelli, su artillería, 280 cajones de pertrechos, un ar· mamento inmenso, sus hospitales, 250 prisioneros, numerosos acopios de víveres; i finalmente cuanto poseia aquel ejército orgulloso, que dejando el campo regado de fusiles i cadáve.res, huia precipitadamente semb1·ando el terror i el asombro por todas partes. Un triunfo tan brillante, conseguido sobre un ejército tres veces ma– yor en número, con pérdida mui corta de las tropas del Rei, fue recibido en todos los pueblos del vireinato de Lima con los mayores trasportes de alegría i placer. El repique general de campanas, los divinos cánticos en– tonados simultáneamente en todos los templos, las fiestas públicas celebra– das para solemnizar tan fausto acontecimiento, las medallas acuñadas en honor del vencedor de Huaqui, i el noble título que sucesivamente se le concedió de conde de aquel punto, son otros tantos testimonios de la im– portancia de la batalla. Esta fue con efecto decisiva. El Perú se hallaba al borde del preci– picio: Goyeneche lo salvó. Se reanimó el espíritu abatido de los realistas, i se aterraron los orgullosos revolucionarios. La inconstante fortuna, que les habia sido propicia hasta entonces, trocó en esquivez su misma prodiga– lidad. Desde este momento quedó asegurada la opinion militar del señor
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