Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú

36 MARIANO TORRENTE favor de las citadas ventajas se fomentaban las gavillas de los revoltosos, de las que se iba infestando el pais. A principios de diciembre se dejaron ver adelante de Chuquisaca cuatro ó cinco mil insurgentes mandados poT el cabecilla Carlos Taboada. El brigadier don Juan Ramirez presidente de aquella Audiencia salió con la tropa de la guarnicion contra dicha chusma, á la que no pudo alcanzar sino subiendo á lo mas empinado de los cerro~ por :fragosos caminos cortaduras i despeñaderos, en cuyo tránsito sufrió las mayores penalidades; .¡ aunque consiguió derrotarlos matándoles 70 hom– bres, fue poco decisivo el fruto de esta victoria, si bien tuvo la ventaja de regresar sin lesion á la ciudad, cruzando por el partido de Yamparaes, de cuya fidelidad se tenían justos motivos de desconfianza. Cuando se creia que Taboada no se hallase en estado de operar des– pues del golpe que le había dado Ramirez se supo que se dirigía á Chuqui– saca, i que otra espedidon de cochabambinos tenia en el mayor apuro al coronel Astete, arrinconado en Chayanta, escaso de víveres, falto de ves– tuario, i sin fondos para pagar su division. De allí á poco se supo tamhien el cruel destrozo que los indios habian hecho de una compañía de granaderos que dicho Astete babia enviado á Oruro para pedir socorros· de la cual, atacada en el cerro de Guamuni tan solo cuatro ó cinco habian podido sus– traerse á la muerte. En este estado de anarquía se hallaban las provincias que Goyeneche babia deiado á su espalda; i como babia empezado ya la estacion de las lluvias, que dura desde el mes de octubre hasta el de abril, fue preciso re. 'lunciar por entonces á la reconquista de la capital de Cochabamba, que era el foco de la insurreccion del interior, dñéndose á conservar con com– petentes guarniciones las ciudades de Potosi, La Plata, La Paz i la villa de Oruro, en tanto que el grueso del e·ército cu'hrla las ~ar,:?;'antas del Perú. amenazadas por las tropas de Buenos-Aires, que habian tomado nuevo aliento desde que supieron la insurrecc·on que se habia manifestado en dichos pueblos del interior. Para contener la insolencia dt" los soldados de Buenos-Aires, que mandados por Diaz Velez destruían las poblaciones de Ch·chas, salió de Tupiza el brigadier don Francisco de Picoaf.!a el 9 de diciembre~ i su 'Pri– mera avanzada descubrió el dia 11 la van~ardia del enemip:o. entre cuya!I tropas hubo una pequeña escaramuza. No et"a el ánimo de Picoaga esten– der mucho su línea, sino descubrir el campo enemigo é imponerle ~n respeto. Ambas divisiones se acechaban sin que nin~no de sus gefes re - pectivos se atreviera á venir á las manos. La del Rei apenas contaba 600 hombres, i la de Dfaz Velez tenia desde el 'Princh>io unos mil que Sl re i– vamente se fue en~o ando hasta 1600. Conociendo el caudillo in rgen e por una triste esperiencia la sunenoridad de las arma del Rei en ane!rlo, disciplina, i e fuerzo . confiaba el lono de sus triunfos mas bien á la intrit?B que al combate.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx