Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
HISTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 39 rio, que en aquel corto intérvalo babia tenido un aumento considerable, por cuyo inesperado incidente fueron envueltos en la ruina i destruccion muchos de los que se fiaron á su corriente. Fue tanto mas sensible este golpe al caudillo insurgente, cuanto babia sido mayor su confianza de ad– quirir un. triunfo completo sobre sus contrarios, para el que contaba con el feliz resultado de la sorpresa, i con la diferencia tan considerable de sus fuerzas. Habiendo llegado el 17 al campo realista un batallon mandado por el coronel don José García Santiago, á tiempo que el brigadier don Francisco Picoaga atacaba al enemigo en el punto fortificado de Nazareno, logró de– salojarlo de él en la mañana del 18, quedando por este medio los realistas dueños de aquellas posiciones; pero poco satisfechos de ver que el enemigo se sustraia con la fuga al justo furor de que estaban poseídos, i el que se aumentó con la órden de no ir en seguimiento de los prófugos; medida que fue mui censurada, aunque hubiera sido dictada con el objeto de evitar las contingencias de una nueva crecida de dicho rio que los dejase cortados á la otra parte. La derrota de Suipacha cubrió de oprobio á los soldados de Velez; i comunicada esta noticia á las ciudades de Jujuí i Salta, empezaron á ti– tubear aquellos habitantes, quienes trataron de ganarse la amistad del ven· cedor con la circunspeccion de su conducta i con el sutil manejo de pres. tarle una deferencia que no chocase abie.rtamente con los gefes de Buenos– Aires. La funesta impresion que causó en éstos aquel desgraciado combate, i los temores de que su república pudiese sucumbir á los embates de las discordias civiles, que por aquel mismo tiempo se habían manifestado en la capital amenazando todos los horrores de la anarquía, hicieron que al– gunos pensasen en proponer al general Goyeneche los medios de transigir aquellos negocios, reconociendo como hase del acomodamiento pacífico su sumision al señor don Fernando VII, i en su nombre al consejo de regenrfa. Aun hubo quien atribuyese el honor de esta idea al comandante general don Juan Martín Puei:rredon que babia pasado á tomar el mando de aque– llas tropas; pero como ningun acto público del señor Goyeneche acreditase la existencia de tales negociaciones, es preciso caminar con mucho pulso antes de fijar la opinion sobre ellas. Es indudable que si al general realista se le hubieran hecho unas proposiciones tan halagüeñas, por medio de las cuales hubiese obtenido las mismas ventajas que trataba de ganar con la espada i á fuerza de padeci– mientos i sacrificios, no se habria descuidado en aceptarlas; pero lo infun. dado de aquel aserto se halla esplicado en la misma circunstancia de no haber tenido un pronto cumplimiento, así como en la defensa que hizo Pueirredon, cuando alarmado su gobierno por las terribles sospechas que se hahian concebido contra él, fraguadas tal vez por sus mismos émulos, envió á Belgrano para que lo relevase del mando, negándose abiertamente
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