Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
42 MARIANO TORRENTE po de caballería al principal caudillo Rivero, i empleado á los demas in– distintamente en la carrera civil i militax; aquel gefe realista, tan noble como celoso por conservar el honor de sus armas, conoció era llegado el tiempo de suspender la clemencia con pechos tan empedernidos, i de dic– tar algunos rasgos de dureza i justicia. Se calmó sin embargo su irritacion con el castigo de Antesana, autor principal de aquella suhlevacion, i con el de algunos de sus compañeros, que fueron pasados por las armas, é i.tn– poniendo á otros penas menos rigurosas. Desgraviada ya de este modo la vindicta pública, volvió á publicar un indulto general para que todos pu· diesen restituirse con seguridad al seno de sus familias. Estas medidas de severidad, templadas con la sucesiva dulzura del gefe realista i con sus promesas solemnes de olvidar para siempre la negra ingratitud de aquellos habitantes, les hicieron concebir ideas mas análogas al orden i tranquilidad, que era el objeto de las ansias de Goyeneche, de modo que desapareció totalmente el genio del mal, i Cochabamba no volvió ya á suhlevársele, ni se separó de la línea de una sumisa dependencia. Des– pues de haber terminado el señor Goyeneche aquella dificil empresa, i to– mado las medidas mas convenientes para asegurar la quietud de la provin– cia, dejó en dicha ciudad una guarnicion de 1500 hombres al mando del coronel Lombera, i regresó á Potosí por la via de Chuquisaca, en donde hizo una magnífica entrada triunfal, cuyo lustre se aumentó con las sín– ceras aclamaciones i muestras de público regocijo por la prosperidad de sus armas. Hallándose á esta sazon con un brillante ejército, orgulloso por sus anteriores victorias, i mui superior en número i disciplina á las pocas i desalentadas tropas de Buenos-Aires, que ocupaban las ciudades de Jup juí i Salta, á las que se habían retirado despues de los ataques de Suipacha i Nazareno, con orden de su comandante Belgrano para que todos los ha· bítantes evacuasen aquel territorio llevándose los archivos i aun los arma– m.entos i vasos sagrados de las iglesias, dispuso que el mayor general don Pio Tristán avanzase con 3500 hombres en persecucion de aquellos pró- fugos. Sin la menor oposicion continuó su marcha el referido Tristán hasta apoderarse á fines de agosto de las mencionadas ciudades de Jujuí í Salta, que habían sido evacuadas por los enemigos cuando supieron la proximi– dad de ·las tropas del Reí. Siendo la conducta de estas sumamente arre– glada i circunspecta, se determinaron á volver á sus hogares los tímidos ve– cinos, que hahian emigrado por temor de estorsiones i tropelías que esta– ban mui distantes del noble carácter de los realistas. Asi fue organizando Tristán aquellos ayuntamientos, i arreglando el gobierno para continuar sus marchas en apoyo de los coroneles Llano i Huici, que continuando en la persecucion de los rebeldes, habian logrado sorprender una avanzada i una porcion considerable del pesado convoi. Aunque á principios de setiembre dieron en una emboscada de mas de 400 hombres, que ocupaba los pasos
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